Aunque en la Argentina desgarrada por los sinsabores de la economía la entrega semanal del Boletín Epidemiológico Nacional (BEN) pasa totalmente inadvertida, vale la pena pegarle una mirada al último que publicó el Ministerio de Salud de la Nación. Además de recuperar unas interesantes tablas que contrastan cifras actuales de ciertas patologías con las emitidas en los últimos cinco años, hace una advertencia fuerte, salida de esa comparativa: la subida silenciosa de cuatro enfermedades bien contagiosas, que están lejos de ser meros resfríos.
Hablamos de paperas (técnicamente, parotiditis), sarampión, hepatitis A y tuberculosis. Se puede abandonar la nota acá, total uno ya está vacunado, o seguir leyendo y entender por qué incluso los ya vacunados pueden ser jugadores activos en un contexto de alza de contagios, en medio de una población cada vez menos vacunada.
Esas cuatro enfermedades son completamente distintas entre sí. Las une un ramillete de multicausalidades que, en cualquier caso, no opacan este triste mensaje: a cinco años de la pandemia de Covid, ni las autoridades ni nosotros mismos entendimos del todo hasta qué punto las enfermedades pueden ser una amenaza real.
Basta ampliar la agenda noticiosa circunscripta al estado de salud del dólar y mirar, en cambio, estos otros números. La “media” (o “mediana”) del período 2020-2024 de las patologías mencionadas arriba y su comparación con los casos acumulados en 2025. ¿Qué es la mediana? No es un promedio de los casos en cierto período sino un número intermedio que responde a la misma ideal, pero que los epidemiólogos a veces prefieren para aplacar el “ruido” de potenciales eventos extremos.
El punto es que, para varias patologías, las noticias del último BEN no son buenas. Un ejemplo es la parotiditis (paperas), que creció 310% en comparación a la mediana de 61 casos registrados (siempre en las primeras 14 semanas del año) en el paréntesis 2020-2024. En lo que va de 2025 se contabilizaron 250 casos.
Esa cantidad de infectados contrasta mucho con los pocos reportados para sarampión, pero el problema preocupa aún más, no sólo porque esta enfermedad puede dar muchas complicaciones (evitables con la misma vacuna que protege contra las paperas: la triple viral) sino porque, tomando las palabras del epidemiólogo español Enrique Bassat, quien habló con Clarín brevemente, “el sarampión es el paradigma de enfermedad infecciosa por definición; cuando hay un caso, hay mucho riesgo de que se propague, en especial si hay población vulnerable, o susceptible por no estar vacunada”.
La “media” en las primeras semanas de los cinco años previos a este fue que la Argentina registró un caso de sarampión. Llevamos acumulados 19, en un contexto regional de alta de casos, por el que la OPS lleva emitidas varias alertas. Para los epidemiólogos, cada caso de sarampión es en realidad un foco de contagios.
El escenario con hepatitis A no es mucho mejor. Esa inflamación del hígado con síntomas moderados a graves que se incuba hasta por un mes antes de manifestarse y que, hay que recordar, está directamente ligada a la ingesta de agua o comida contaminadas y a la falta de lavado de manos (sin contar que también se previene por vacunación, con una dosis al año de vida) aumentó este año 444%. El porcentaje que responde a la diferencia entre las 9 confirmaciones de la “media” de los años previos y las casi 50 registradas en las primeras semanas de 2025.
La tuberculosis, enfermedad cuyos cuadros graves se evitan con la dosis obligatoria al nacer de la BCG, sigue el mismo patrón: la vida en condiciones insalubres. El alza de contagios en lo que va de 2025 llegó al 38%. La mediana en los últimos cinco años había sido 2.530 casos. En lo que va de estas semanas, se acumularon 3.488 infectados con tuberculosis.
Sin vacunas, una oportunidad para la enfermedad
El contagio de paperas no es para minimizar, por más que algunos lo reduzcan a una simple virosis que da fiebre, hinchazón y dolor en las glándulas salivales, dolores de cabeza, musculares, cansancio y falta de apetito. No es la intención alarmar sino informar lo que, es evidente, se minimiza: entre el 10% y el 12% de los infectados manifiesta complicaciones mayores, como inflamación de ovarios, de testículos, meningitis, encefalitis, pancreatitis y pérdida de audición. Todo lo anterior es prevenible por vacunación con la triple viral, que se da en dos dosis. La primera, al año del bebé. La segunda, antes de entrar a la primaria.
Es la misma vacuna que protege contra el sarampión, una de las enfermedades que hoy tiene en vilo a las autoridades sanitarias metropolitanas, y de cuya gravedad, la OPS recuerda que, “en poblaciones con altos niveles de malnutrición y falta de atención sanitaria adecuada, puede llegar a matar al 10% de los casos”.
Los 19 contagios (o más bien, focos) de sarampión reportados hasta la semana epidemiológica 14 fueron informados por la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, jurisdicciones a las que Clarín pidió actualizar las cifras al viernes 18 de abril. Sólo respondieron desde CABA, donde ratificaron que continúan con 10 casos confirmados.
Todos son importados o se relacionan con casos importados, lo que significa -enfatizó el ex secretario de Salud Adolfo Rubinstein, en diálogo con este medio- que “Argentina sigue siendo libre de sarampión”. Pero el problema es que “los casos que están apareciendo están ligados a la baja vacunación. Es tan terriblemente contagiosa la enfermedad, que cuando las tasas de cobertura están por debajo del 95%, el riesgo de reingreso es certero. Y, de hecho, este es un verdadero brote”.
Si alguien está dispuesto a traer del arcón de los «recuerdos Covid» el concepto de R0, ese número de «reproducción básica» que indicaba cuántas personas pueden contagiarse a partir de un infectado inicial, verá que el R0 del sarampión encabeza todos los rankings. Aunque hay quienes dicen que la variante Ómicron le compitió cabeza a cabeza, una persona con sarampión puede rápidamente contagiar a entre 8 y 12 personas.
El inexplicable caso de la triple viral
Supongamos que uno se contenta con los datos disponibles de cobertura de vacunas de Argentina, aun cuando se remontan a 2023. Fueron publicados en 2024 y la última actualización disponible es de diciembre. El Ministerio de Salud de la Nación avisa que “son datos parciales”, es decir que faltan actualizaciones desde las provincias, pero supongamos que, con todo eso en contra, uno los mira y traspola a la cobertura de vacunas de 2024. El resultado, tomando en cuenta que la tendencia a la baja en la vacunación lleva al menos una década, es el escenario de contagios que se empieza a ver hoy.
El sarampión es un buen ejemplo. En particular, la dramática caída en la cobertura de la segunda dosis de la triple viral, una inyección que tendrían que recibir los chicos de 5 años para asentar la memoria inmunológica obtenida en la dosis 1, que se aplica al año de vida.
Cuando se mira el mapa de Argentina para la dosis 2 de esa vacuna, hay 17 provincias en rojo. En 6 (Catamarca, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán), el refuerzo fue recibido por poco más que 6 de cada 10 chicos. En 10 provincias (CABA, Chaco, Chubut, Córdoba, Entre Ríos, Formosa, La Rioja, Misiones, Santa Cruz y Santiago del Estero) sólo 5 de cada 10 nenes la recibió. En una provincia (Buenos Aires), menos del 42% de los chicos la había recibido en 2023.
La vacunación debería ser controlada en el ingreso escolar, algo que no ocurre. Seguramente, por alguna de estas razones. 1) Porque no hay personal de salud presente en las inscripciones escolares presenciales. 2) Porque en las inscripciones online no se hace un macheo de información que debería estar nominalizada. 3) Porque, aun cuando sea un requisito para los adultos responsables presentar el carnet de vacunación del menor ingresante, los docentes no están dispuestos a controlar, al detalle, aquella información para la que no fueron formados.
El tedio de la hepatitis A y la tuberculosis
Los bebés de un año deberían ser vacunados con una única dosis contra la hepatitis A, un tipo de infección que, en situaciones de brote, se liga a contextos complicados de vivienda, sea por inundaciones, pobreza, falta de agua potable o consumo de alimentos contaminados o en descomposición.
La provincia de Buenos Aires no llegaba en 2023 al 60% de cobertura de la única dosis contra la hepatitis A. CABA, ni siquiera al 62%. Sólo ocho provincias del país tuvieron coberturas «deseables», por encima del 90%. Todas las otras están en ese punto medio (setenta u ochenta y pico) que habilita el fácil reingreso de los microorganismos.
En cuanto a tuberculosis, por más que tenga un R0 bajo (no es tan fácil contagiarse), hay un 38% más casos que la media de los cinco años previos. Los casos graves se previenen con la vacuna BCG, obligatoria al nacer, que protege de por vida con las manifestaciones complicadas. Sin embargo, no evita portar el virus y contagiar a otros que no la recibieron.
Por qué la gente no vacuna a los chicos
Las baja de las tasas de vacunación es un problema multicausal. Hay quienes afirman que todo se debe a que, tras la pandemia, quedó un temita social con las vacunas. Uno de estos dos fenómenos o una mezcla de ellos: 1) ese extraño escepticismo fogueado por sectores militantes del negacionismo científico y, 2) una especie de fiaca. Fiaca de las vacunas, fiaca de llevar a vacunar a los chicos. Sin embargo, para Roberto Debbag, infectólogo y pediatra, ex presidente y actual miembro del consejo asesor de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE), “antes que hablar de caída en las tasas de vacunación hay que hablar de la pobreza, el fenómeno que atraviesa todo esto”.
“Hace poco escuchaba una conferencia de Daniel Salas, director del área de Inmunizaciones de la OPS. Él decía claramente que la desconfianza en las vacunas no explica el problema porque no supera al 2% a 3%. Sin embargo, los miles de niños en la Argentina que son considerados cero dosis, es decir, que nunca recibieron ningunas vacuna, en 2022 llegaba a unos 130.000 chicos. Son personas que están en los estratos de mayor pobreza y de menor nivel educativo de los padres”, contó.
“La pobreza de los últimos años y la pobreza actual es lo que hace que resurjan enfermedades como las que estamos viendo, todo por falta de un adecuado acceso la salud y a una alimentación saludable. La falta de control aumenta la transmisibilidad. Es hacinamiento y es pobreza”, remarcó el médico, y apuntó: “Hay que salir a buscar a la gente y hacer los tamizajes de estas y otras enfermedades, incluyendo cáncer”.
Para Debbag, el último Boletín Epidemiológico es casi una profecía autocumplida: “No se está saliendo a atender a las personas en situación de pobreza. Uno no puede quedarse esperando a que las personas en situación de vulnerabilidad vayan y se atiendan”.
AS