Contra lo previsto por el Gobierno, los datos que surgen de la economía real no muestran ninguna señal de recuperación. A pesar de la desaceleración inflacionaria, todavía no se notan «brotes verdes» que den lugar a la ilusión de una rápida reactivación.
Al contrario, en algunos sectores pareciera que la actividad se resiente mes tras mes. Los últimos registros del consumo masivo dejan lugar a esa presunción.
Lo mismo ocurre con la industria. Las mediciones de la Unión Industrial y también de algunas cámaras del sector dan cuenta de una crisis que se prolonga.
Entre los observadores, algunos economistas ya tomaron nota de este enfriamiento. Sebastián Menescaldi, economista jefe de la consultora Eco Go, ya estima que la salida de la recesión recién sucedería hacia la primera parte de 2025.
La clave de esta expectativa negativa es que, al menos por ahora, no hay demasiados datos en donde encontrar optimismo.
La recesión se extiende: la industria, en rojo
Los últimos registros de la industria fueron negativos. Según la Unión Industrial, la contracción de la producción fue del 14,3% en mayo versus el mismo mes de 2023.
Pese a que la inflación desacelera, las ventas en supermercados y almacenes caen porque el consumo no se reactiva.
Contra abril, también hubo un retroceso; esta vez del -0,6% (desestacionalizado), que va en contra de una expectativa positiva. Al menos de una rápida recuperación, que era alentada por el propio Javier Milei.
El último reporte de la UIA adelantó que los registros de junio van en una línea similar a la de mayo: una fuerte recesión respecto de junio del año pasado; y con una continuidad de la onda negativa en la medición mes contra mes.
En la metalurgia, uno de los rubros más representativos de la industria, el escenario tampoco da espacio para el optimismo.
Según el informe que ayer divulgó Adimra, la cámara del sector metalúrgico, «la actividad registró durante el mes de junio una caída en su producción del -17,3% interanual y respecto a mayo de este año, la disminución de la actividad ha sido de -1,9%».
Es decir, por ahora, la producción fabril se mantiene en una baja pocas veces vista, y en línea con lo que había sucedido ante fenómenos excepcionales como fue la pandemia.
La inflación desacelera, pero el consumo no reacciona
Por ahora, esa mejora no se vislumbra ni en la industria ni en la actividad comercial.
Según la UIA, la actividad industrial cayó más del 14% entre mayo de este año y el mismo mes de 2023.
Los últimos datos del consumo muestran caídas históricas. La consultora Scentia, que refleja las ventas tanto en grandes cadenas de supermercados como en los negocios barriales, midió una contracción del 12,5% en junio, respecto de junio del año pasado.
A diferencia de otros momentos recesivos, la particularidad de este ciclo es que se nota una caída notable en todos los segmentos del consumo masivo: desde las ventas de productos de almacén, hasta frescos y hasta los impulsivos.
Una inevitable situación donde los ingresos de la población se vieron perforados.
En este contexto de frío económico, la apuesta del Gobierno es que el motor de la salida sea la baja de la inflación. Que la mejora paulatina de los ingresos de la población termine por activar el consumo.
A propósito, el Gobierno resaltó ayer que la inflación mayorista de junio cayó al 2,7%, muy cerca del ritmo del crawling peg del 2% mensual.
Las dudas eternas
Hoy en día, la incertidumbre de los agentes económicos pasa por la escasez de dólares. O, mejor dicho, por la forma en que el Gobierno resolverá ese faltante que provoca estragos en la economía.
Sin divisas suficientes, la actividad económica tiene límites muy claros. No puede darse una recuperación sin divisas en el BCRA.
Tampoco está claro que ese despegue de la economía se produzca con un tipo de cambio que se atrasa. Es más: cada vez que en la Argentina el dólar se percibió barato, eso fue el prolegómeno de que las cosas empeorarían antes de mejorar.
Cuando las cuentas externas no cierran -y los argentinos se gastan los dólares en el extranjero-, las crisis se profundizan.
Argentina, cara en dólares
De hecho, hoy en día, la Argentina ya aparece cara en dólares. Lo revela el último informe a clientes de la consultora PxQ, que dirige Emmanuel Álvarez Agis.
Un litro de leche en Argentina cuesta u$s2, mientras que en promedio en los países de la región se encuentra a u$s1,19. Medido a tipo de cambio paralelo la leche en nuestro país cuesta u$s1,45, con lo cual la diferencia es menor pero sigue siendo más cara que en otros países.
Un teléfono celular en Argentina es entre 40% y 130% más caro según se lo compare con el tipo de cambio oficial o al paralelo.
Debido al nivel actual de inflación y de devaluación del dólar, la Argentina se vuelve cara en dólares.
Algo similar ocurre con la indumentaria, otros equipos electrónicos y también en el caso de los automóviles.
En el caso de los electrodomésticos, la diferencia trepa hasta 150%; siempre más caro en la Argentina que en resto de los países vecinos.
La Argentina necesita otro dólar de equilibrio para volver a crecer. Hasta que no lo encuentre, la economía real seguirá crujiendo. Llena de incertidumbres.