En Pichanal y en Embarcación, su táctica había tenido resultados óptimos: bajar la ventanilla, mostrar el uniforme y la credencial que acreditaba que revistaba como cabo en el Destacamento Móvil N°1 de la Gendarmería, en Campo de Mayo, hacer la venia y seguir viaje. Pero en General Pizarro, en el este de Salta, todo fue distinto. A las seis de la mañana del domingo, los agentes del Escuadrón 45 apostados en el kilómetro 170 de la ruta 5 le hicieron luces para que se detuviera. Él, en respuesta, aceleró la Volkswagen Amarok. Le apuntó directo al retén. Como para embestirlos y seguir. No lo iban a frenar.
Pero los uniformados de verde, al ver que las luces se agrandaban cada vez más, activaron el protocolo de emergencia: sirenas y armas largas empeñadas, directo al objetivo que se acercaba. El conductor de la camioneta comprendió que, si no frenaba, los efectivos abrirían fuego. Estacionó en la banquina e intentó, una vez más, el truco del uniforme; apelaría otra vez a la confianza que da la pertenencia.
Bajó la ventanilla, sacó del bolso con el logo de la Gendarmería la credencial que acredita que él es el cabo Diego Hernán Delgado, dejó a la vista el uniforme doblado en el asiento trasero de la Amarok, y explicó que, tras una delicada misión de servicio, sus superiores le habían concedido cinco días de descanso que él había aprovechado para un viaje relámpago al norte. Pero no convenció a sus colegas, que convocaron a dos testigos de procedimiento para requisar la camioneta. Levantaron la tapa vinílica de la caja trasera, en la que había siete cajas; en cuanto abrieron una, los oficiales se dieron cuenta de que su colega tenía una razón de peso para intentar evadirlos: más de 300 kilos de cocaína.
Delgado se supo perdido y no ensayó ninguna explicación. Le secuestraron los 303,820 kilos de cocaína que transportaba, la camioneta, dos celulares y 500.000 pesos, y quedó detenido. Ayer, el juez federal de Garantías N°1 de Salta, Julio Bavio, le dictó la prisión preventiva por el delito de transporte de estupefaciente agravado por la calidad de funcionario público encargado de la prevenir y combatir el narcotráfico, en concurso real con el de atentado y resistencia a la autoridad, por haber intentado embestir a los gendarmes que, finalmente, lo arrestaron.
La auxiliar fiscal Carolina Aráoz Vallejo, en representación del Área de Casos Complejos, a cargo del fiscal federal Ricardo Toranzos, fue la encargada de formular la acusación en la audiencia realizada en los tribunales federales de la ciudad de Salta, según informó el Ministerio Público en su portal oficial fiscales.gob.ar.
Al fundar la imputación, Aráoz Vallejo dejó sentado que “se trata de un hecho de suma gravedad, no solo por la cantidad de droga sino también por la condición del autor del transporte de la droga”, al tiempo que destacó “el llamativo hecho de que Delgado había sorteado con facilidad varios controles fijos de la misma Gendarmería, entre ellos los de Pichanal y Embarcación”. Sostuvo que correspondía dictar la prisión preventiva “tanto por la naturaleza del hecho, su comportamiento durante el procedimiento, los riesgos de fuga y el entorpecimiento de la investigación, que se encuentra en un estado incipiente”.
La auxiliar fiscal resaltó “lo accesible que resultó para el imputado cruzar casi toda la provincia con esa carga, la condición de absoluta confianza que tenía el acusado y, en especial, la organización narcocriminal a la que pertenecería, pues remarcó que la droga iba casi a la vista”.
Al respecto, Aráoz Vallejo destacó que “Delgado no actuó por sí solo ni aisladamente, sino que existen otros eslabones en la cadena delictiva, que ahora serán motivo de investigación”. De hecho, entre el domingo y el lunes hubo allanamientos en Salta y en Buenos Aires que permitieron el secuestro de elementos de interés para la causa.
La sospecha es que el cabo Delgado es integrante de una banda con asiento en Orán (puerta de entrada de la droga de Bolivia en el norte de Salta), la ciudad de Buenos Aires, Lanús y, también, Misiones.
Es que este suboficial, según informó el Diario de Tartagal, tendría un hermano que también revistó en la Gendarmería hasta que fue detenido por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) en la localidad misionera de Azara, en una causa por presunto lavado de dinero.
Esa organización habría estado dedicada a la venta de vehículos, inmuebles y el cambio de divisas en aquella ciudad misionera y en la Triple Frontera con Paraguay y Brasil y epicentro en Puerto Iguazú.
Los investigadores creen la droga de la banda narco ingresaba a través de Orán, en el límite con Bolivia.
LA NACION