SEVILLA.- Hay una cálida transición del invierno al otoño en las veredas del Nervión, donde los sevillanos caminan apurados con sus compras y hablan con gestos ampulosos. Un barrio conformado un siglo atrás, con vida propia, a unos cuatro kilómetros del centro histórico. Es casi un punto de partida de la ciudad, con la estación de Santa Justa, la entrada principal de los trenes a esta tierra, los jardines del señorial Palacio de la Buhaira y un monumento más terrenal, aunque con carácter de templo para la mitad de los habitantes de esta urbe: el estadio Ramón Sánchez Pizjuán.
La mole casi sorprende por lo integrada al barrio. La calle que atraviesa el Nervión Plaza, con sus cines y tiendas, desemboca directamente en la casa del Sevilla Fútbol Club. El impacto visual lo genera de entrada el histórico mosaico de Preferencia, un mural que el ceramista andaluz Santiago del Campo erigió para honrar al estadio de cara al Mundial de 1982. El Sánchez Pizjuán fue sede de uno de los más recordados partidos de aquella Copa del Mundo, la semifinal entre Alemania y Francia, en la que los germanos se impusieron en los penales. El enorme mosaico, de unos 400 metros cuadrados está lleno de simbologías y referencias. Por ejemplo, tiene los escudos de todos los equipos del mundo -entre ellos los de Boca, River e Independiente- que han disputado al menos un partido en esta cancha.
El Sánchez Pizjuán es uno de los orgullos de la ciudad, y afrontará una nueva remodelación a partir de 2026, que llevará su capacidad a 55.000 lugares, unas 12.000 más que en la actualidad. El proyecto, que contempla la instalación de una cubierta para las tribunas, apuesta a que el estadio sea un sitio al que la gente concurra no solo los días de partido. Por eso, habrá más vida social con la instalación de restaurantes y comercios añadidos en la parte exterior, integrada directamente al barrio.
La recorrida de LA NACION encuentra a las gradas vacías regidas por un bello silencio que parece hacer más vivos el verde del césped y el rojo de las gastadas butacas. No hay demasiada actividad, no es momento de tour para visitantes, y el museo descansa con sus camisetas históricas, trofeos longevos, gigantografías y videos de gestas pasadas. Varias imágenes de Diego Maradona, a quien destacan pese a que su paso por el club andaluz no fue de lo más recordado de su carrera.
Los poco más de 118 años de Sevilla han tenido momentos buenos en las décadas de 1930 y 1940, cuando cosechó tres Copas del Rey y una liga, la única de su historia. El despertar ocurrió a partir de 2000, y no fue casualidad que haya sido con la llegada a la dirección deportiva de Ramón Rodríguez Verdejo, que con 30 y pocos años había recién dejado de ser uno de los arqueros del equipo. Para todos, era Monchi. Y lo que siguió fue superlativo.
Con su capacidad para detectar talentos, Monchi fue una máquina de armar planteles competitivos y ganadores. Bajo su mandato, que tuvo un breve interregno entre 2017 y 2019 (cuando se puso al servicio de Roma, en la Serie A), Sevilla conquistó dos Copas del Rey y una Supercopa española, pero además se posicionó como actor principal en las competencias europeas. Al día de hoy es el club más ganador de la Europa League, con siete títulos (ganó todas las finales que disputó). El último, en 2023, ante Roma, marcó la despedida de Monchi, que se marchó a Aston Villa.
La oficina de director deportivo, en las instalaciones del Sánchez Pizjuán, es modesta. No parece que allí haya trabajado hasta hace pocos meses uno de los mejores de todos los tiempos en su puesto. El que echa llave y abre es el nuevo ocupante. A las 4 de la tarde en punto, aparece Víctor Orta, buzo blanco, jeans y zapatillas, y el cabello ligeramente largo y ondeado que le cae sobre el rostro, parapetado detrás de unas gafas de montura marrón.
Orta es un fiel discípulo de Monchi, pues estuvo bajo su conducción durante siete temporadas, hasta que tomó vuelo propio. Zenit (Rusia), Elche y un desembarco en el fútbol inglés, primero con el Middlesbrough, y luego en el Leeds, donde en conjunto con Marcelo Bielsa, devolvieron al tradicional equipo a la Premier League. Cuando Monchi dijo adiós, a mediados de 2023, el nombre de Orta surgió casi naturalmente para reemplazarlo. “Siempre hago la misma broma: es como que vienes a sustituir a Michael Jordan en los Chicago Bulls”.
Dice Orta, esboza una sonrisa y sigue con un tono cadencioso y sin prisa: “Vienes a sustituir al mejor director deportivo prácticamente del fútbol europeo, a tu propio mentor, con el que trabajé siete años codo a codo y con el que tengo una admiración real, porque él ha construido mucho de lo que yo soy. Vengo a sustituirlo en un club que, además, emocionalmente para mí es muy relevante, porque también me forjó como profesional. Y llego en un momento relativamente difícil, donde todo el mundo ha identificado una transición”.
El acento en “transición” tiene inequívocamente una connotación negativa. La liga muestra al Sevilla en una inusual posición, por debajo de la mitad de la tabla en un torneo en el que estuvo varias semanas en zona de descenso. Sumado a que tuvo una decepcionante fase de grupos de Champions League, que ni siquiera le alcanzó para seguir en Europa League. Orta se encontró con un DT que no había elegido -José Luis Mendilibar-, que había obtenido la séptima Europa League, pero que arrancó la temporada de mala manera. Lo despidió y apostó fuerte por alguien ajeno, el uruguayo Diego Alonso. Pero duró un suspiro: 14 partidos de mucho malestar. Para el fin de 2023, llamó a Quique Sánchez Flores, que es quien hoy conduce con destino incierto: es casi probable que por primera vez en mucho tiempo Sevilla no juegue competencia internacional en la próxima temporada.
“No soy de los que tengan la inteligencia emocional de mirar hacia atrás, porque mirar hacia atrás no te suma en nada, no te da nada, no es capaz de añadirte valor. Yo soy de los de mirar hacia adelante e intentar afrontar el desafío, saber a lo que me enfrento, intentar dar lo mejor de mí, intentar ser capaz de que todo mi grupo de trabajo y el departamento de reclutamiento y de scouting dé lo mejor, intentar gestionar con un liderazgo de saber que estamos en un momento diferente e intentar convencer al consejo de administración, al presidente y al vicepresidente de la política deportiva”, expresa Orta, con seguridad en cada vocablo de su discurso. “He encontrado mucha confianza y comprensión, hay que decirlo, incluso en los peores momentos de esta temporada, donde no es natural que un club como el Sevilla tenga cinco entrenadores en los dos años, y donde han pasado más de 40 jugadores. No es normal”, enfatiza.
-En Argentina, el rol que vos ocupás es mirado con desconfianza. Algunos clubes -pocos- lo tienen, pero no hay una cultura instalada del director deportivo.
-Me sorprende, me sorprende…. Pero mira: cuando llegué a Inglaterra, a Middlesbrough, tuve que explicar a mucha gente lo que yo hacía, porque había gente que creía que intervenía en los entrenamientos, en la charla de los entretiempos, que era más un asistente del entrenador que de ser un director deportivo. Dan Ashworth –primero en Brighton, luego en Newcastle- o Stuart Webber –Norwich City- hicieron que se empezaran a fijar más en esa figura de director deportivo. Cuando llegué a Leeds, también me costó, porque tal vez como ocurrió en Argentina, cuando hubo directores deportivos anteriormente no fueron muy exitosos los proyectos.
Para Orta, su rol es también el de un puente entre dos mundos que históricamente se llevaban a las patadas: el de la directiva y el deportivo. Manejar el lenguaje de ambos estratos, muy diferentes entre sí. Esa es una de sus principales misiones.
A los 45 años y con dos décadas de trabajo en la élite, Orta tiene bien en claro lo que pasa más allá de los límites del Sevilla. Un equipo de trabajo súper profesional lo dota de información de todo el mundo, que se suma a su innata curiosidad. Argentina está en el mapa de su cabeza. “De las experiencias que he conocido en Argentina tengo el caso de Nico Burdisso, al cual conocí bien y creo que tiene un montón de ideas muy positivas”, acota.
Orta deja bien en claro cuáles son los límites de su función, como para que no haya dudas al respecto. “El director deportivo está para dar respuesta, no para hacer preguntas. A mí no me gusta el director deportivo que lo viernes pregunta quién va a jugar, que opina sobre una alineación. Si el entrenador me abre la puerta, si me pregunta, yo puedo dar mi opinión. Pero él tiene esa responsabilidad de todo lo que es metodología de entrenamiento o alineaciones, el manejo de grupo… Creo que una de las cosas que ha cambiado mucho en el fútbol español -incluso en el europeo- es que los grandes entrenadores quieren buenos directores deportivos, porque los ayudan mucho en su trabajo diario. Ya no existe el miedo de que el director deportivo se quede con el puesto del entrenador, algo que sí ha pasado en Argentina, donde se utilizaba el puesto de director deportivo para acabar en el banquillo, y eso siempre generaba mucha fricción”.
Orta considera fundamental que el club tenga una mentalidad ganadora. “Aquí nunca se ha hecho una lírica de la derrota”, dispara, casi como un tiro por elevación para su histórico rival de la ciudad, cuyo lema es “soy del Betis manque pierda”. “No se tolera perder, eso es lo que me fascina de la mentalidad sevillista. Y creo que esa demanda permanente de triunfos es positiva. Porque cuando viene la buena, el jugador que triunfa en Sevilla puede triunfar en cualquier lado”.
Sevilla ha tenido una tradición de futbolistas argentinos. Desde José Carlos Diéguez, Emilio Pazos o el popular Gringo Héctor Scotta, en las décadas del 60 y 70, hasta los más cercanos, que pudieron honrar al club con títulos: Éver Banega, Diego Perotti, Federico Fazio, Nicolás Pareja. Y en el medio, aquel equipo de 1992 dirigido por Carlos Bilardo que tenía a Diego Maradona y al Cholo Simeone.
Hoy, tras la ida a Nottingham Forest de Gonzalo Montiel -quien con su penal le dio la última Europa League a los sevillistas-, quedan Marcos Acuña, Lucas Ocampos y Erik Lamela, más la llegada del juvenil Alejo Véliz. “Yo soy muy admirador del fútbol argentino, me encanta su mentalidad, tienen mentalidad ganadora. Creo que incluso fuimos el club con mayor cantidad de jugadores en la selección que ganó la Copa del Mundo en Qatar”, resalta Orta. “En mi etapa anterior recuerdo haber traído a Perotti, [Emiliano] Armenteros y Fazio al equipo filial. Me gusta mucho la competitividad que tienen”.
De Ocampos, destaca su condición de referente del equipo: “Es un líder en el vestuario y en el campo, es un jugador especial, ciento por ciento estilo Sevilla”, describe Orta, y luego tiene elogios para Acuña: “La frase más clara para describir a Acuña es animal competitivo, como pocos he visto en 18 años de carrera. Lo querés tener siempre en tu equipo”.
Cuando se lo consulta por Lamela, Orta hace una pausa y elige las palabras cuidadosamente: “Creo que su talento físico y técnico… Por diversas circunstancias, ligadas a la mala suerte, por el tema de las lesiones, no ha estado al nivel real que él merecía”. Lamela apenas pudo jugar 10 de los 31 encuentros de Sevilla en la actual liga.
Orta cuenta que debieron ceder a préstamo a Federico Gattoni por una superpoblación de marcadores centrales (”No hay mucho más que eso, porque es un profesional increíble”) y que a Alejo Véliz lo buscaba pero en su momento Tottenham les ganó de mano: “Ahora lo tenemos y estamos tratando de recuperarlo”, dice sobre el juvenil ex Rosario Central. Y menciona como objeto de deseo a Matías Soulé, de gran presente en Frosinone: “Un futbolista de un impacto brutal”, sentencia.
-En algún momento se habló de que tenían a Marcelo Gallardo en carpeta. ¿Fue así?
-Sí, lo puse a consideración del Consejo de Administración. No sé si llegamos en un momento en el que nuestro proyecto era algo que podía acordarse entre todos, incluyendo a Marcelo. Yo creo que él estaba esperando algo diferente o nosotros no fuimos capaces de acercarnos a su nivel. Porque Gallardo está en un primer escalón de técnicos en el mundo.
-¿Creés eso?
-Sí lo creo.
-¿Y por qué pensás que terminó yendo a Arabia Saudita?
-Yo las decisiones mías las puedo valorar; las de otros… Yo tuve la sensación de que iba a acabar en el Paris Saint Germain, por todo ese vínculo que tiene como exjugador. Mi olfato me decía PSG, pero me equivoqué.