Elena Mukhina fue una de las mayores promesas de la gimnasia artística, impulsada por un sistema deportivo que veía en ella la posibilidad de eclipsar a Nadia Comaneci. Desde muy joven mostró un talento excepcional, pero también quedó expuesta a la presión extrema que caracterizaba al deporte en la Unión Soviética.
Su historia refleja cómo las exigencias de la élite deportiva podían marcar para siempre la vida de una atleta. Lejos de la gloria que parecía asegurada, atravesó un destino trágico que aún hoy es recordado en el mundo del deporte.
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Elena era considerada una aspirante a convertirse en una de las mejores en gimnasia artística.
Elena Mukhina, la elegida por la Unión Soviética para destronar a Nadia Comaneci
Nacida en 1960 en Moscú, Elena Mukhina ingresó al sistema deportivo soviético cuando era apenas una niña. Su ascenso fue meteórico: con apenas 18 años ya se había consagrado campeona mundial de gimnasia artística en Estrasburgo, en 1978. Su elegancia y precisión en cada rutina la convirtieron en la gran esperanza de la Unión Soviética para superar a Nadia Comaneci, la estrella rumana que había hecho historia en Montreal 1976.
Los entrenadores soviéticos veían en Mukhina a la atleta ideal: fuerte, disciplinada y con la capacidad de ejecutar elementos innovadores. En su preparación, el objetivo era claro: devolver la supremacía a la gimnasia artística soviética frente al fenómeno global que representaba Comaneci.
A pesar de su talento, la presión era constante. Los entrenamientos se intensificaban a niveles extremos y el margen de error era mínimo. Ella misma, en entrevistas posteriores, relató que el sistema la forzaba a seguir compitiendo incluso cuando arrastraba lesiones que necesitaban reposo. Esa exigencia marcaría su destino.
El trágico Salto de Thomas que arruinó su vida
En 1980, a pocos meses de los Juegos Olímpicos de Moscú, Mukhina intentaba dominar el Salto de Thomas, una acrobacia extremadamente compleja que combinaba giros y mortales en el aire. Era un elemento inusual en la gimnasia artística femenina, y sus entrenadores insistieron en que debía ejecutarlo para asegurar la ventaja sobre Nadia Comaneci y otras competidoras.
El riesgo era enorme, y Mukhina lo sabía. Había advertido a su entorno que no se sentía lista para realizarlo de forma segura. Sin embargo, la presión del cuerpo técnico soviético fue más fuerte. Durante un entrenamiento en julio de 1980, la gimnasta cayó de manera brutal, sufriendo una fractura cervical que la dejó cuadripléjica a los 20 años.
Su vida cambió por completo en ese instante. Pasó de ser la gran promesa de la gimnasia artística a depender de cuidados constantes. Durante años, Mukhina señaló que la exigencia desmedida y la falta de cuidado por su salud la habían llevado a esa situación. Nunca pudo volver a competir y murió en 2006, con apenas 46 años.
La tragedia de Elena Mukhina marcó un antes y un después en la disciplina. Desde entonces, se revisaron las rutinas y se prohibieron elementos de alto riesgo como el Salto de Thomas en la gimnasia artística femenina, para evitar que otra atleta viviera un destino similar.