martes, 8 julio, 2025
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Bloqueados en redes

Cinthia Fernández, Tamara Báez y L-Gante tienen algo en común más allá de su exposición, conflictos mediáticos y sus miles de seguidores en redes: los tres sufrieron recientemente el cierre de sus cuentas de Instagram, una de las principales plataformas donde desarrollan su actividad profesional, comercial y publicitaria. El caso de Cinthia fue el más reciente y sorpresivo; el de Tamara, reiterado y sistemático, y el de L-Gante, rodeado de sospechas y pases de factura que involucraron a Wanda Nara y Mauro Icardi. Lo que podría parecer una medida técnica, amparada en las “normas comunitarias” de Meta, se convirtió en un hecho con consecuencias económicas y emocionales profundas. ¿Cuál es el algoritmo que dispara la ira de Instagram y por qué se multiplican estos cierres?

Instagram, como parte de su ecosistema, aplica políticas estrictas para moderar contenido, proteger a los usuarios y evitar abusos. La plataforma puede suspender cuentas que infringen normas sobre desnudez, violencia, incitación al odio, lenguaje ofensivo, spam o suplantación de identidad. También actúa ante denuncias masivas, muchas veces generadas por campañas de usuarios o incluso enemigos anónimos, lo que ha transformado el “reportar” en una posible arma digital. Y cuando estas sanciones afectan a figuras públicas, el impacto se multiplica.

Casos. La panelista y modelo Cinthia Fernández, madre de tres hijas y con una presencia digital muy activa, denunció en los últimos días que Instagram le cerró su cuenta con más de cinco millones de seguidores. Desapareció sin previo aviso mientras regresaba de sus vacaciones familiares. Y aunque intentó recuperarla con recursos legales y técnicos, solo encontró una solución abriéndose un nuevo perfil, en el que apenas superó los 140 mil seguidores en varios días, muy poco para una persona mediática de su calibre. “Ojalá laburen la mitad que yo”, expresó indignada en un video, donde se la vio entre lágrimas. La panelista aseguró que sus redes eran una fuente de ingresos crucial: “De esto depende el futuro de mis hijas”, dijo en declaraciones públicas. Fernández sugirió que detrás del cierre había un boicot en su contra tras haber promocionado a una empresa de apuestas online. Cabe destacar que estas celebridades por cada publicación en sus redes cobran entre 500 mil y varios millones de pesos. Pasado el cimbronazo, y para reactivar su engranaje comercial, ofreció dos millones de pesos entre sus seguidores al llegar a la misma cantidad de followers. Por ahora, algo lejano.

Una situación similar, aunque reiterada en el tiempo, vivió Tamara Báez, ex pareja de L-Gante, quien sufrió el cierre de su cuenta de Instagram por tercera vez consecutiva. En cada caso, la plataforma alegó infracciones a sus políticas de comunidad, pero sin especificar detalles. Tamara, con cientos de miles de seguidores y publicaciones cotizadas en más de medio millón de pesos por posteo, se mostró angustiada. “Me quedé sin mi fuente principal de ingresos” y “estoy triste, hoy no existo”, dijo en sus redes alternativas, donde intentó reconstruir su comunidad sin el alcance ni la validación del perfil original.

Enemigos declarados. L-Gante, por su parte, sufrió en febrero el cierre de su cuenta de Instagram poco después de publicar imágenes junto a Wanda Nara, en el marco de una colaboración musical. Llamó la atención que justo en medio de rumores y tensiones con Mauro Icardi, quien habría visto con malos ojos esa cercanía, su cuenta se haya cerrado.

En ese contexto, Wanda lanzó una frase en redes que encendió las alarmas: “¿Adivinen quién pagó?”, sugiriendo que el padre de sus dos hijas habría influido en la decisión de Meta. L-Gante reaccionó con ironía y firmeza: “Plata tuve… miedo no”, escribió. Aunque intentó recuperar su cuenta, el mensaje que quedó flotando fue otro: la red social puede ser usada como campo de batalla entre figuras públicas. Pese a tal acusación, la opción de pagar para cerrar una cuenta no existe, pero sí, ante reiteradas denuncias de diferentes perfiles, una cuenta puede ser eliminada.

Los casos mencionados no hacen más que evidenciar la fragilidad de un sistema que se rige por algoritmos, reportes masivos y decisiones automatizadas. Para ellos, perder una cuenta de Instagram no es perder una red social, es perder una parte esencial de la vida profesional.

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