Hace más de tres décadas, Tindersticks viene convirtiendo la melancolía en un sonido perfecto, profundo y lleno de belleza.
Aunque de tono sombrío, su propuesta podría llamarse «Lulu»: lúgubre y lujuriosa al mismo tiempo. Sexy, de una forma única. Como si los discos de amor de Charles Aznavour o Frank Sinatra (In the Wee Small Hours) fueran reinterpretados por Barry White, con un toque de Pharrell Williams a veces y otras como si The Cure se sumergiera en una orquesta. Todo al mismo tiempo.
Desde sus comienzos, el grupo inglés fascinó a la prensa especializada, al público y al mismísimo Nick Cave, ganándose un lugar de culto. Más de 30 años y 14 discos después, llegan a Buenos Aires para tocar este sábado 12 de abril en el Teatro Ópera.
La música que hace llorar hasta a los mafiosos
En una conferencia y artículo titulado La vida secreta de la canción de amor, el mencionado Cave situó a Tindersticks junto a leyendas como Bob Dylan, Leonard Cohen, Tom Waits, Neil Young y Van Morrison, destacando su contribución artística.
Inspirado por el poeta español Federico García Lorca, Cave los describe y dice: «Tristeza y duende necesitan espacio para respirar. La melancolía detesta el apuro y flota en silencio. Hay que tratarla con cuidado».
Tindersticks trata con cuidado a quien se acerca a escucharlos. En sus discos conviven duetos con Isabella Rossellini, versiones de Neil Young o Pavement y canciones propias como Tiny Tears, que suena en el episodio 12 de Los Soprano, justo cuando Tony está al borde de la muerte. La Biblia junto al calefón, pero con orquesta de cuerdas y perfume inglés.
La voz de Stuart Staples: un eco profundo
La voz de Stuart Staples es una gran parte del encanto de Tindersticks: un grupo que enamora con sus canciones soberbias, arreglos de piano y voz y orquestaciones sensuales e impulsivas. Un eco y voz: auténtica, abaritonada, amplia. Angelical y atronadora. Al mismo tiempo.
Stuart Staples atiende a Clarín vía Zoom, durante un tramo de su gira internacional que lo trae Argentina. En el cuento de Borges El hombre de la esquina rosada, cuando uno de los protagonistas irrumpe a los gritos en un burdel, el narrador lo describe diciendo: «el hombre era parecido a la voz».
Con su bigote tupido, al estilo de los personajes de Astérix, su sonrisa amplia y su voz profunda, evoca la figura de un marinero inglés o de alguien que custodia un faro. Él también se parece a su voz.
–Cuando descubrí a Tindersticks, solía recomendarlos de esta manera: “Imaginate a Nick Cave, pero orquestal y con pasado de colegio inglés”.
-(Ríe) Bueno, déjame decirte que todos los miembros de Tindersticks venimos de escuelas públicas estatales, de clase media, media baja .
–Los críticos suelen describirlos como “sofisticados”, una etiqueta que a veces se asocia con la alta cultura, algo que también sufre el jazz. ¿Te molesta que los vean de esa manera, alejándolos de lo popular?
–Al principio sí, nos veían como más educados de lo que éramos (risas), casi como si fuéramos expertos en literatura. Pero para nosotros, Tindersticks siempre fue un escape. Cuando me preguntás por mi educación, dejame decirte que mi escuela estaba frente a una mina de carbón, y la mayoría de mis compañeros varones terminaron trabajando ahí. Cuando terminé el secundario, tuve una entrevista de trabajo, algo típico en Inglaterra llamado «Career opportunities», como en la canción de The Clash.
Y la pregunta principal del examen laboral era: «¿qué querrías hacer en la mina?» Nadie que yo conociera iba a escuelas de arte ni tenía eso en mente. No era algo que estuviera ni en el radar de mis padres tampoco. Tanto para mí, como para Neil Fraser (guitarrista de Tindersticks), o Dave Boutler (teclados y otros instrumentos en el grupo) y yo, la música siempre fue una evasión. Una escapatoria.
–Muy diferente a las historias de bandas inglesas como The Who, The Kinks o Genesis, que se conocían en escuelas de arte.
–Sí, si: en mi adolescencia descubrí a The Clash. Fue algo profundo. Sonaban literalmente como mi vida. No era solo un estilo ni una postura, era lo que yo veía y sentía todos los días. Hay muchas cosas geniales del punk que hoy podemos ver retrospectivamente, pero sobre todo, lo que me enseñó fue a zafar de la mina. Me mostró que no hace falta ser un músico profesional; si lo sentís, podés explorarlo.
Eso fue clave para lo que es Tindersticks. Podemos hacer discos con orquestas o con pocos instrumentos, pero siempre aprendemos mientras avanzamos.
De Pavement al tango: la conexión con la nostalgia universal
–Son una banda de arreglos orquestales, pero por ejemplo, hacen una canción de Pavement, «Here«. ¿Es una forma de salir de ese lugar donde muchos los ven como «demasiado cultos, sofisticados, orquestales»?
–Es simplemente ser nosotros mismos. El primer disco de Pavement fue muy importante para nosotros. Es una banda clave con un gran compositor como Stephen Malkmus.
–¿Son conscientes de que, aunque su música no se parezca al tango, comparten con él cierta nostalgia?
–No soy un experto en tango, pero pasa algo parecido con el fado portugués. Cuando la música llega al alma del oyente, se siente de una manera similar. No diría que lo nuestro tiene algo de tango o fado, pero sí esa sensación de «añoranza» y de intimidad con la música.
La palabra «intimidad» es importante para nosotros como grupo para sostener las ideas dentro de lo que hacemos.
-En See My Girls mencionas «los caballos en Buenos Aires y las estatuas de Piazzolla» junto con los campos de exterminio nazis. Canciones como Cherry Blossoms dependen, más que de las letras, de tu fraseo y atmósfera, ¿cómo logras transmitir esos climas tan particulares?»
–See my girls es una canción que compuse en Ítaca, un lugar en el que paso varios meses al año. Es un sitio maravilloso y la escribí durante la pandemia del COVID-19. El Mediterráneo tiene esa dualidad, es a la vez oscuro y luminoso. Volveré a esa isla en mayo.
Para mí, escribir la letra es lo más difícil, porque la palabra equivocada puede arruinar la canción. Respeto muchísimo a Nick Cave y a Leonard Cohen, por supuesto, pero creo que ellos son, ante todo, poetas. Yo soy más visual. Busco los colores, las formas, las melodías, para que vivan en un paisaje musical. Y que a canción, al fin, pueda existir.
Tindersticks se presentará este sábado 12 de abril en el Teatro Ópera. En su primera gira por Sudamérica, el quinteto británico llega para presentar Soft Tissue, su nuevo álbum.