La guerra en el Medio Oriente y la caída del régimen del dictador sirio Bashar al-Assad han provocado un reordenamiento extraordinario de las fuerzas políticas de la región, con ganadores y perdedores claros.
Entre los más golpeados se encuentra Hezbollah, señala Paul Salem, experto del Middle East Institute (MEI), con sede en Washington. Se trata del grupo armado paraestatal más grande del mundo, conocido en la Argentina por su responsabilidad en la voladura de la AMIA, en 1994, el mayor ataque terrorista en suelo argentino, en el que murieron 85 personas. Hezbollah opera además en la Triple Frontera, donde financia el narcotráfico y la venta de armas, entre otras cosas.
El grupo lleva unos 40 años enquistado en el sur del Líbano. Desde allí ejerce una presión militar constante contra Israel como parte del autodenominado Eje de Resistencia, un conjunto de actores paraestatales financiados por Irán. Estos grupos, del cual Hezbollah es por lejos el más importante, han funcionado como un elemento de disuasión contra posibles ataques de Israel y los Estados Unidos contra el régimen de Irán.
El 7 de octubre de 2023, cuando el grupo terrorista Hamas penetró en territorio israelí y cometió la peor masacre de judíos desde el Holocausto, Hezbollah se sumó a la ofensiva y comenzó a atacar a Israel desde el norte, forzando a unas 70.000 personas que vivían en pueblos y ciudades cercanas a la frontera a abandonar sus hogares.
Israel, tomado por la guerra en Gaza, intercambió fuego con Hezbollah durante meses, pero inicialmente resistió el impulso de enviar tropas. Todo cambió en septiembre, cuando inició una ofensiva militar que sorprendió aún a los observadores más avezados por su efectividad. Fue el operativo cuasi cinematográfico por el cual explotaron los pagers (beepers) que estaban en los bolsillos de altos mandos de Hezbollah. Decenas de combatientes de alto rango murieron en el ataque. A esto se sumó el asesinato de varios líderes de Hezbollah, principalmente el de su jefe histórico, Hassan Nasrallah. La ofensiva terrestre israelí, que desplazó a más de un millón de habitantes del sur del Líbano, logró destruir la mayor parte de los depósitos de armamentos del grupo y sus misiles, así como sus plataformas de lanzamientos.
“El arma más efectiva de Israel fue su trabajo de inteligencia conectado a los nuevos dispositivos de inteligencia artificial, que le permitieron saber todos los movimientos de Hezbollah”, explica Salem, que fue presidente y CEO del MEI, la institución más antigua de Washington dedicada al estudio del Medio Oriente.
Salem es actualmente vicepresidente del MEI para Asuntos Internacionales, basado en Beirut. Autor de una decena de libros sobre la región, Salem nació en los Estados Unidos y fue criado en Beirut, donde reside actualmente. Se doctoró en ciencias políticas en Harvard y concentra su expertise en cuatro países de la región: Líbano, Siria, Irak e Irán. Cuando no se encuentra analizando los insondables conflictos del Medio Oriente, dedica sus energías a tocar jazz con su banda de música árabe-brasilera.
Salem explica que los israelíes, mediante el uso de alta tecnología, lograron hackear los teléfonos, las cámaras y todas las redes de Hezbollah. Con armamento sofisticado provisto por los Estados Unidos, Israel destruyó la gran mayoría de los objetivos militares de Hezbollah.
“Perdieron su liderazgo, una gran cantidad de combatientes, un sentido de equilibrio de poder y su capacidad de disuasión. Además de ver a su población en retirada de la región,” dice Salem.
Luego Hezbollah sufrió una segunda derrota estratégica. Fuerzas rebeldes sirias, aprovechando la distracción de Hezbollah e Irán en su guerra contra Israel, lanzaron una ofensiva militar que liquidó el régimen sanguinario de Al-Assad en Siria, eliminando el principal aliado de Irán y Hezbollah en la región. “Esta pérdida fue aún más significativa para Hezbollah”, dice Salem. “Perder Siria significa que ya no pueden rearmarse, porque no tienen acceso a Irán a través de ese país, lo cuál los coloca en una posición de extrema debilidad.”
A finales de noviembre, Israel y Líbano firmaron un cese el fuego tras 14 meses de hostilidades con Hezbollah, con la promesa de que dicha organización no operaría más en el sur del Líbano.
–¿Cómo definiría a Hezbollah? Amplios sectores de la comunidad internacional lo tildan de organización terrorista.
–Como cientista político te diría que decir solo que es una organización terrorista no aclara mucho las cosas. Hezbollah es una extensión de Irán, en la que los ayatolás gastaron billones de dólares en misiles para que actuara como un disuasor de posibles ataques de Israel y los Estados Unidos. También fue un movimiento de liberación. Israel ocupó parte del Líbano y Hezbollah luchó contra eso. Y también es un partido político que busca cargos en el Parlamento libanés. Al mismo tiempo, ha construido una red de operaciones criminales secretas, con las drogas y otras formas de contrabando. Sus células en el mundo atacan personas o instituciones. Cuando una organización ataca civiles para causar terror y generar una reacción política, hace terrorismo. Eso es lo que hicieron en la Argentina en 1994.
–¿Ahora las operaciones internacionales de Hezbollah se verán disminuidas?
–Esas operaciones dependían del acceso de Hezbollah al aeropuerto y el puerto de Beirut. Las rutas del contrabando pasaban por Siria y de allí a Beirut, para llegar a África y América Latina. Eso, en gran medida, lo ha perdido. Están perdiendo el acceso a las fronteras terrestres, dado que Siria ya no es amigable. Su capacidad de operar internacionalmente está muy reducida.
–Imagino que ha de ser muy difícil para Hezbollah verse en un lugar tan vulnerable.
–Hezbollah está haciendo esfuerzos denodados por presentar las múltiples derrotas sufridas como victorias. Dicen que forzaron a los israelíes a un cese el fuego y que evitaron que Israel ocupara más territorios en el sur del país. Y también que han sobrevivido dignamente el intento israelí de destruirlos. Pero no creo que sea creíble para gran parte de su gente. Por eso están muy preocupados por su futuro político.
–Desde la perspectiva israelí, ¿dejó de ser una amenaza?
–Hezbollah sigue teniendo muchas armas pese al enorme daño causado por los ataques israelíes. Pero creo que la gente del norte de Israel va a poder regresar lentamente a sus hogares. Por las condiciones del acuerdo de cese el fuego, Hezbollah va a quedar muy lejos de la frontera. Seguirán teniendo la posibilidad de lanzar algún misil contra Israel, pero ya no la posibilidad de cruzar la frontera al estilo 7 de octubre. Al no tener la posibilidad de conseguir armamentos por la situación política en Siria, su fuerza de combate quedó muy disminuida.
–¿Hay una oportunidad de reconfigurar la región?
–Hay una oportunidad y tengo alguna razón para el optimismo. El régimen de Al-Assad era lo peor. Con él no había solución posible. Solo radicalización y más refugiados a la vista. Además, con su partida, el régimen iraní también está relegado y hasta marginado, diría. Para mucha gente, y me incluyo, esto es algo positivo. La política de Irán era la de apoyar a actores paraestatales como Hezbollah y Hamas en el Líbano, en Siria, en Irak o en Yemen. Y el objetivo era siempre el de socavar el Estado en cuestión. La partida de Al-Assad entonces es muy positiva, incluso si lo que le sigue tiene sus problemas.
–¿La guerra con Israel ha terminado?
–En su mayor parte, sí. Lo que no ha sucedido aún es la confrontación entre Israel e Irán, que es la más importante. Para eso Israel necesita a los Estados Unidos. No puede actuar solo. Entonces, ahí está la enorme pregunta que hoy sobrevuela en Medio Oriente. Y todavía no sabemos qué es lo que va a hacer Trump. Ese es el gran interrogante. O Trump negocia y logra enormes concesiones por parte de Irán o puede haber una guerra con Irán.
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