domingo, 26 enero, 2025
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Estamos viviendo en una era de posverdad

Ya volvió a los escenarios Gonzalo Heredia con La mentira de Florian Zeller, aunque con un cambio: ahora está en el Teatro Astros siempre junto a Eleonora Wexler, Lautaro Delgado Tymruk y Alexia Moyano, con dirección de Nelson Valente. Las funciones son de viernes a domingo a las 21.

—¿Cómo fue el paso de El Picadero al Astros?

—Nunca había estado en este teatro, tampoco en El Picadero, con su público. Lo vivo con incertidumbre, en aquel momento porque no era un ámbito absolutamente comercial, y no sabíamos qué iba a pasar con el público, que nos acompañó. Ahora creo que va a ser una etapa diferente. El Astros está construyendo una cartelera hace ya un par de años muy novedosa, particular y exclusiva, porque no la tienen otros teatros, además es el último de la avenida Corrientes al 750. De alguna forma tiene una identidad propia.

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—Tu primera novela se llamó Construcción de la mentira. ¿Te especializás en la mentira?

—Esa novela trata de un actor que tiene una especie de crisis existencial. Me llama mucho la atención y me gusta el tema de qué es la ficción y qué es verdad. En esta obra de teatro se habla desde otro lugar, un poco más sobre los vínculos amorosos y amistosos. Los relatos que construimos para los demás y los que armamos para nosotros mismos. ¿Existe la verdad? ¿Todo está teñido por la mentira? Son preguntas bastante existenciales. Tampoco tengo tan clara la respuesta, para mí no hay algo muy concreto de que solo existe la verdad o solo existe la mentira. Ni una es totalmente blanca y ni la otra es totalmente negra.

—¿Cómo sentís que juega en la sociedad actual?

—Creo que estamos viviendo en una era de posverdad. Son tiempos de fake news, con la inteligencia artificial donde podés ver a personas fallecidas besándose, es entre brutal y demencial, y a la vez también un poco mágico. Soy de la generación que fue testigo de toda la evolución digital desde el celular con un mensaje de texto hasta las redes sociales. Pasé por absolutamente todo. En ese sentido creo que estamos viviendo esta era en donde hay un consumo irónico, en donde todo parece estar a tu alcance. Tengo hijos de trece y siete años, pero mis padres no se podían comunicar, había mucho secreto. Mientras que nosotros estamos hipercomunicados.

—¿Creés en la mentira piadosa?

—Hay diferentes puntos de vista. Me parece que la mentira piadosa puede estar relacionada con la omisión, con el no decir o evitar decir y creo que eso lo hacemos a diario. Desde el Ratón Pérez hasta los Reyes Magos construís toda esa ficción. Nacimos con eso y se termina chocando con el mundo real. Creo que la mentira tiene mal marketing. Si un amigo médico se pone a pintar a los cincuenta años y es horrible, no se lo decís.

—Estudiaste actuación con Rubens Correa, Julio Chávez y Raúl Serrano. ¿Quién te marcó más?

—Raúl Serrano sin lugar a dudas. Pasé tres años en su escuela y el último lo daba él en persona. Recuerdo cómo descubrí el ser dirigido, el que te lleven a un lugar que vos desconocés dentro tuyo. Fue muy generoso conmigo.

—¿Te arrepentís de algo? Estuviste en un reality…

—(Se ríe) Tenía diecinueve años. No, para nada me arrepiento. Ni siquiera de haber hecho Lobo en ElTrece. Hay muchos trabajos que no veo, porque me da mucha vergüenza y pudor. Fue el camino que necesitaba transitar o por lo menos pasar en esos momentos. Me río un poco de ese personaje público o de ese galán. Hace poco hicimos un streaming que se llamaba Galanes en temporada baja.

—¿Cómo te afecta el éxito y el fracaso?

—Uno empieza como a relegar en el sentido de que sabés que no te va a suceder. Fantaseabas cuando eras más joven y ahora hay un poco más de serenidad. Para mí el éxito es escribir una buena media página en una mañana, porque me hace estar muy bien conmigo mismo, me siento muy feliz y completo. O ir a nadar, a mí me da mucha felicidad. El éxito se construye todos los días.

—Hiciste El montaplatos de Pinter, Julio César de Shakespeare. ¿Querés volver a algún clásico?

—No tengo mucha fantasía con respecto a interpretar un protagonista. Nos divertimos mucho, la pasamos muy bien, me gusta abordar mi personaje, contar su arco dramático cómo empieza y termina. Pero no es algo que me apasiona actuar, no tengo la fantasía o el deseo de estar en el San Martín o en el Cervantes o que me llame Almodóvar para hacer una serie o una película. Sinceramente me gustan los proyectos, contar historias y muchas veces escribirlas o adaptarlas.

—¿Qué balance hacés de tu estreno como dramaturgo con Cómo provocar un incendio?

—Fue una primera experiencia con un texto por lo menos a mí entender muy lindo. Estoy muy contento cómo quedó la obra y que también fue desde otro lugar en el sentido de poner el cuerpo y conocer cómo el texto empieza a tener vida propia y también muchas veces es muy maltratado. Desde la alegría de haber terminado de escribir hasta la incertidumbre de construir el elenco, el trabajo con la directora y con la palabra. Los ensayos y las primeras lecturas, donde cada uno le ponía cuerpo a esos personajes y cómo se iban construyendo las interpretaciones. Me dio un poco de vértigo sinceramente cuando había mucha gente metida en la obra.

—¿Repetirás la experiencia de dramaturgo?

—Estoy con un proyecto que me gusta mucho que es una adaptación teatral de una película que se llama Coherence dirigida por James Ward Byrkit (2013). No es tan conocida, tuvo muy buenos comentarios, pero pasó casi inadvertida. Desde que la vi la imaginé para teatro, espero poder estrenarla antes de fin de año. Pertenece a un género que no consumimos mucho, tiene algo de thriller con ciencia ficción.

—¿Te tienta dirigir?

—Por ahora no, aunque seguramente en algún momento lo haré.

—¿Seguís escribiendo novelas?

—Sí. Este año en mayo saldrá Extranjera y es la primera vez que abordo el universo femenino, las protagonistas son dos mujeres, una abuela, inmigrante de Siria que cuenta su llegada a la Argentina a principios del 1900 y paralelamente es la voz de esta nieta que va la va a visitar, acompañando a su papá. Son dos temporalidades que se van intercalando y construyendo para armar el relato. Mi familia vino de Siria, y aparte investigué, somos descendientes de españoles y árabes.

—Escribir sobre el mundo femenino es complejo para un hombre…

—Apareció la voz de los personajes, la abuela se llama Ema y Eleonora su nieta. Empecé escribiendo como Ema, una primera persona bastante profunda, reflexiva y me sentí increíblemente cómodo. Leí mucho a Héctor Tizón, él describe mucho a su provincia, Jujuy, y su naturaleza, las escenografías están muy presentes en los colores y aromas.

—¿Quién es tu primer lector o lectora?

—Brenda (Gandini/su esposa, también actriz) y mi padre. Uno de mis últimos trabajos en la vida real, antes de ser actor fue en el taller mecánico de él. Él es de una generación que leer es no hacer nada, cree en el hacer físico. Cuando empecé con el hábito y a construir la disciplina de la lectura de todos los días, me empezó a pedir que le recomendara libros. Por eso le doy lo que escribo, tiene una mirada de “me gusta o no me gusta”. mientras que Brenda puede estar teñida por lo intelectual.

—Se cree que el trabajo del escritor es muy solitario…

—Sí, pero tengo también algunos colegas con los que nos pasamos los manuscritos. Por ejemplo, ahora con Extranjera se la pasé a una escritora tucumana, que se llama María Lobo. Nos intercambiamos y leemos. Es maravilloso porque estás menos solo.

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