El Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue siendo muy optimista con el futuro de la economía argentina. En su última actualización del informe Perspectivas Económicas Mundiales (World Economic Outlook) mantuvo su proyección de aumento del producto bruto interno en 5% para el año en curso y subió también a 5% la previsión para 2026. En el documento dado a conocer en la mañana de este viernes en Washington, se estima que el crecimiento mundial será del 3,3% tanto en 2025 como en el año próximo, por debajo del promedio histórico (2000-19) del 3,7%.
En el caso de la Argentina, el FMI reiteró que espera una expansión de 5% en el PIB y aumentó la previsión para 2026 también a 5%, tres décimas más que en el anterior informe.
Para los principales socios comerciales de la Argentina, el Fondo en general mantuvo las proyecciones. Brasil crecería 2,2% tanto este año como el próximo. También proyecta una progresiva desaceleración de la economía china que pasó de crecer 4,8% el año pasado a una proyección de 4,6% para el presente y 4,5% para 2026.
En general, para las economías de mercados emergentes, las proyecciones de crecimiento se mantienen prácticamente sin cambios, en 4,2% y 4,3% este año y el próximo. La elevada incertidumbre comercial y política está contribuyendo a una “demanda anémica en muchos países, pero es probable que la actividad económica repunte a medida que esta incertidumbre se despeje”.
En materia de inflación, se espera que el promedio mundial disminuya al 4,2 % en 2025 y al 3,5% en 2026. El organismo considera que la convergencia a las metas de los gobiernos se dará antes en las economías avanzadas que en los países de mercados emergentes y en desarrollo.
Divergencias
El pronóstico global de actividad para 2025 se mantiene prácticamente sin cambios con respecto al presentado en el anterior informe (difundido en octubre de 2024), aunque con modificaciones entre los distintos países. El organismo revisó al alza las perspectivas de crecimiento para los Estados Unidos y ahora espera que la primera potencia crezca 2,7% (una suba de medio punto).
En contraste, el crecimiento en la zona del euro sería de sólo 1% desde el 0,8% en 2024. Según afirmó Pierre-Olivier Gourinchas, economista del organismo, los factores que lo dificultan son el débil impulso, especialmente en el sector manufacturero, la baja confianza de los consumidores y la persistencia de un shock negativo en los precios de la energía. Los precios del gas en Europa siguen siendo aproximadamente cinco veces más altos que en Estados Unidos, frente a los dos veces más altos antes de la pandemia. Entre los países con menor crecimiento se destaca Alemania cuya actividad se expandiría sólo 0,3% (un recorte de medio punto con relación a la proyección de octubre).
Gourinchas consideró que la divergencia entre Estados Unidos y Europa se debe más a factores estructurales y anticipó que la desconexión persistirá si no se abordan estos factores. Se observa un crecimiento persistentemente más fuerte de la productividad en Estados Unidos, particularmente, pero no exclusivamente, en el sector tecnológico, vinculado a un entorno empresarial más favorable y mercados de capital más profundos. Con el tiempo, esto se traduce en mayores retornos de la inversión estadounidense, mayores flujos de capital entrantes, una moneda más fuerte y niveles de vida en Estados Unidos que se alejan de los de otras economías avanzadas.
El economista también dijo que “En el caso de China, es notable que el crecimiento potencial ahora se parezca más al de otras economías de mercado emergentes”.
El funcionario alertó que “en el corto plazo, una constelación de riesgos podría exacerbar aún más estas divergencias”. Estimó que las economías europeas podrían desacelerarse más de lo previsto, especialmente si los inversores se preocupan más por la sostenibilidad de la deuda pública en los países más vulnerables. El principal riesgo -afirmó Gourinchas – es que la política monetaria y fiscal de la zona del euro se quede sin margen de maniobra simultáneamente si la actividad económica más débil empuja las tasas de interés hacia el límite inferior efectivo, al tiempo que una consolidación fiscal insuficiente aumente las primas de riesgo, lo que a su vez limitaría la política fiscal.
Captura.PNG
Las previsiones de crecimiento del FMI para los países en 2025.
FMI
En China también planteó problemas porque si las medidas fiscales y monetarias no son suficientes para abordar la debilidad interna, “la economía corre el riesgo de caer en una trampa de estancamiento de la deuda, en la que la caída de los precios aumenta el valor real de la deuda, socavando aún más la actividad”.
Gourinchas también se refirió a los cambios bajo la administración entrante de Estados Unidos. Una política fiscal más laxa y los esfuerzos de desregulación, “estimularían la demanda agregada y aumentarían la inflación en el corto plazo, ya que el gasto y la inversión aumentarían de inmediato”. Otras políticas, como aranceles más altos o restricciones a la inmigración, “se manifestarán como shocks de oferta negativos, reduciendo la producción y aumentando las presiones sobre los precios”.
El funcionario consideró que una combinación de aumento de la demanda y reducción de la oferta probablemente reavivará las presiones sobre los precios en Estados Unidos. Y consideró que una inflación más alta impediría a la Reserva Federal recortar los tipos de interés e incluso podría exigir aumentos de los tipos que a su vez fortalecerían al dólar y ampliarían los déficits externos de Estados Unidos.
“La combinación de una política monetaria estadounidense más restrictiva y un dólar más fuerte endurecería las condiciones financieras, especialmente para los mercados emergentes y las economías en desarrollo”, alertó Gourinchas.
Riesgos
El informe destaca como un elemento que, en el corto plazo, puede jugar a favor de una mejor perspectiva de la economía mundial el “crecimiento ya robusto en los Estados Unidos”. A pocos días de asumir Donald Trump la presidencia de este país, el Fondo considera que una política fiscal más laxa en Estados Unidos, impulsada por nuevas medidas expansivas como recortes de impuestos, podría impulsar la actividad económica en el corto plazo, con pequeñas repercusiones positivas en el crecimiento mundial.
Sin embargo, “a largo plazo, esto puede requerir un ajuste mayor de la política fiscal que podría volverse perjudicial para los mercados y la economía, al debilitar potencialmente el papel de los bonos del Tesoro de Estados Unidos como activo seguro global, entre otras cosas”. Más aún, agrega que “un mayor endeudamiento para financiar una política fiscal más blanda podría aumentar la demanda de capital a nivel mundial, lo que llevaría a un aumento de las tasas de interés y posiblemente deprimiría la actividad económica en otras partes” del mundo.
También advierte riesgos en medio de “una elevada incertidumbre política”. En particular considera que las tensiones geopolíticas, incluidas las de Oriente Medio, y las fricciones comerciales mundiales siguen siendo elevadas.
Asimismo, señala que “Las perturbaciones generadas por las políticas en el proceso de desinflación en curso podrían interrumpir el giro hacia una política monetaria más expansiva, con consecuencias para la sostenibilidad fiscal y la estabilidad financiera”.
Para gestionar estos riesgos el FMI considera necesario que las políticas se centren en equilibrar las disyuntivas entre la inflación y la actividad real, reconstruir los amortiguadores y mejorar las perspectivas de crecimiento a mediano plazo mediante reformas estructurales intensificadas, así como normas y cooperación multilaterales más sólidas.