El revés y la trama: hilos que se enlazan y se cruzan, arman textura y color; anticipan abrigo para el invierno, belleza para el hogar, soporte para encuentros donde –como antes lo hicieron los hilados– dos, tres o más personas se reunirán, compartirán palabra, entrelazarán algún tramo de sus caminos. El arte tradicional del tejido se presta como pocos a una metáfora de lo humano en la que el tiempo, la paciencia, el ojo y la mano, el legado y la delicadeza estética forman una serie universal. Lejos del estereotipo fácil, en su libro Civilización José Emilio Burucúa menciona, entre otros, algunos elementos donde se revela la sustancia civilizatoria: el cultivo de las flores, la gastronomía, la poesía lírica. Esta tejedora marroquí, inmersa en un tiempo quizás suspendido, poeta de los tintes y los hilos, es parte del inmenso tapiz que nos sostiene del otro lado de la barbarie.
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