sábado, 23 noviembre, 2024
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La apuesta de Javier Milei es que la inversión directa desde EE.UU. y compensar «súper dólar» de Donald Trump

Javier Milei empezó a contestar la pregunta que todo el mercado se viene haciendo desde hace meses: ¿cuál es el negocio, para Argentina, de alinearse con Donald Trump, cuya política va en el sentido inverso a la filosofía de libre comercio y que, para colmo, derivará en una caída de precios agrícolas?

Y su respuesta fue clara: se propone un tratado de libre comercio entre ambos países, basado en el vínculo de sintonía personal que tiene con Trump, con quien suelen prodigarse elogios mutuos y a quien apoyó explícitamente durante la campaña electoral.

Los analistas internacionales venían sospechando que la apuesta de Milei sería la de compensar, por la vía de un flujo de inversiones directas y de un acceso privilegiado al mercado estadounidense, las consecuencias negativas de una «guerra fría» en el plano comercial entre Estados Unidos y China.

Los primeros efectos de ese enfriamiento global ya se están viendo: se devaluó el yuan chino, y se descuenta que pronto lo harán las monedas latinoamericanas -a contramano del peso argentino, que se sigue revaluando-. Y, sobre todo, hay una expectativa de mayores tasas de interés, con inversores huyendo de las economías emergentes y refugiándose en el dólar. En definitiva, eso supondrá menores precios de materias primas que Argentina exporta, desde la soja hasta el petróleo. Para colmo, con China, nuestro principal comprador, ralentizando sus importaciones.

Tratado Javier Milei-Donald Trump: ¿vuelta a las relaciones carnales?

Era por eso que resultaba llamativa la euforia de Milei por el triunfo de Trump. Pero la apuesta empieza a quedar clara. Ya había sido una señal importante el nombramiento de Gerardo Werthein como canciller, un hecho que se interpretó como un intento de reflotar la política de «relaciones carnales», según la expresión que inmortalizó Guido Di Tella en los años ’90.

Werthein, como embajador, había sido el encargado de aceitar el vínculo de Milei con empresarios de alto perfil, en particular los del sector tecnológico, como Elon Musk -fundador de Tesla y actual dueño de la ex Twitter- y Mark Zuckerberg -fundador de Facebook-.

El presidente dejó en claro desde el comienzo que su intención no se limitaba a sacarse fotos con celebridades de Silicon Valley sino que Argentina ingresara al mapa global de las inversiones tecnológicas, incluyendo el creciente sector de Inteligencia Artificial.

Esa señal terminó de tomar forma con la designación de Alec Oxenford como nuevo embajador. Sin experiencia diplomática ni política, el valor personal de Oxenford es su conocimiento profundo del ecosistema entrepreneur. El nuevo embajador fue uno de los protagonistas de la fiebre de las «punto com» a finales de los años ’90, con la empresa DeRemate.com, que en aquel momento competía con Mercado Libre y luego llegó a un acuerdo de fusión. También fundó OLX, que llegó a la categoría de «unicornio» en el mundo tecno.

El factor Alejandro Oxenford: ¿habrá lluvia de dólares?

Entre los empresarios argentinosque comentaban, no sin cierta sorpresa, el nombramiento de Oxenford, el comentario era unánime: el parámetro por el cual se evaluará la gestión del nuevo embajador no será similar al de los diplomáticos tradicionales, que se contentan con la generación de reuniones y declaraciones conjuntas, sino que se medirá en dólares: cuántas inversiones directas se puedan concretar.

Y es ahí donde la iniciativa de un tratado de inversión bilateral gana sentido. En el entorno de Milei hay confianza en que la buena sintonía personal entre ambos presidentes, la economía argentina se vea beneficiada. La apuesta es que, en realidad, Trump no aplique barreras comerciales uniformes sino que las use como un mecanismo de premios y castigos, y que en ese marco Argentina quedaría beneficiada frente a otros competidores.

.Pero, sobre todo, la apuesta de Milei es a la radicación de inversiones directas. Como afirman los analistas internacionales, en el nuevo contexto global se sustituirá el «offshoring» por el «friendshoring». Esto es: ya no la localización de plantas industriales o centros logísticos en puntos distantes que se destacan por su bajo precio, sino priorizar la provisión desde países confiables. En el entorno de Milei presumen que Argentina cumple esas condiciones.

Por cierto, eso no significa que los iPhones que actualmente se ensamblan en China empiecen a producirse en Tierra del Fuego para abastecer al mercado estadounidense. Pero sí hay una aspiración de un incremento del flujo inversor, tanto para nuevos negocios como para compras y fusiones de empresas ya existentes.

En principio, entre los empresarios argentinos hay cierta expectativa positiva: empresas que se dedican a la consultoría en finanzas corporativas y en fusiones y adquisiciones -es decir, sectores que tuvieron un nivel de actividad mínima en los últimos años- están viendo un renovado movimiento.

Hablando en plata, entre los principales consultores se considera realista pensar en un nivel de inversiones anuales de al menos u$s5.000 millones. Naturalmente los sectores de energía, minería y tecnología son los considerados como candidatos a recibir las mayores inversiones.

¿Competencia o complemento?

Aun tratándose de la principal potencia económica mundial, hay opiniones divididas respecto de la conveniencia de un tratado comercial con Estados Unidos. El argumento clásico de los críticos es que las economías argentina y estadounidense tienen más aspectos competitivos que complementarios, dado que ambas son potencias agrícolas, ambas apuestan a desarrollar el mercado del petróleo y gas «shale» mediante la controvertida práctica del «fracking» y ambas tienen una industria amenazada por sus altos costos internos. En contraposición, los acuerdos con países como China suelen ser vistos como más «naturales» por la complementariedad de ambas economías.

El intercambio comercial con Estados Unidos ha sido tradicionalmente deficitario para Argentina. Este año, uno de los más parejos, lleva acumulado un saldo negativo de u$s287 millones. El principal rubro de exportación argentina al país del norte es combustibles, seguido por productos industriales. Mientras que las importaciones son lideradas por bienes intermedios para uso industrial.

Uno de los momentos de mayor déficit para Argentina se dio en 2022, cuando las importaciones desde Estados Unidos sumaron u$s10.300 millones y el saldo negativo llegó a u$s3.655 millones. Fue un año particular, por la crisis energética en Argentina y la distorsión de precios provocada por la guerra en Ucrania.

Cambio de juego en el Mercosur

En todo caso, si se quiere avanzar en un tratado formal con Estados Unidos se necesitará la venia de los socios del Mercosur. Una tarea que no es imposible pero que requerirá cierta habilidad diplomática. Hasta ahora, los miembros más aperturistas del bloque han sido Uruguay y Paraguay, que han chocado contra la negativa de los socios mayores cuando se planteó la posibilidad de avanzar en solitario con otros tratados con países de otras regiones.

Pero ahora, con el cambio político en la región, sería Brasil quien quedaría en solitario como el socio más proteccionista, y alineado geopolíticamente con el grupo BRICS, donde figuran potencias en las antípodas de Trump, como Rusia y China.

Será, en todo caso, un desafío para la diplomacia argentina poder avanzar en este camino. Hasta ahora, los momentos de vínculo más fluido ocurrieron en los años ’90, gracias a la política de transformar las acreencias de deuda en posibilidades de inversión directa. Era el momento en que Carlos Menem se proponía privatizaciones masivas para capitalizar al país.

Después de eso se cayó en el extremo opuesto, con Néstor Kirchner boicoteando la propuesta de George W. Bush para conformar la zona de libre comercio americana -incluyendo el recordado hito de Hugo Chávez en Mar del Plata, donde dijo ante la multitud militante: «¡ALCA, al carajo!».

Sin descuidar el frente chino

En esta nueva fase de las relaciones con Estados Unidos, está, además, el desafío de no dañar el vínculo con China. el propio Milei ha tenido un notorio cambio de actitud en este sentido.

Por ejemplo, confirmó el tratado de 2018 por el cual China no pagará impuestos por inversiones de menos de seis meses y tendrá exenciones en el régimen de Ganancias para la exploración de litio y la construcción de obras de infraestructura hidráulica. En ese marco fue que se garantizó la continuidad del swap de monedas, con el cual el Banco Central refuerza sus reservas.

En un gesto elocuente, al mismo tiempo que anunció su voluntad de pactar con Trump, Milei también confirmó que en su agenda figura una visita a Beijing para marzo próximo.

Argentina está en una situación en la cual no puede darse el lujo de perder fuentes de ingresos de divisas, sobre todo si el acercamiento con Estados Unidos va en detrimento de un alejamiento con China, el segundo mayor socio comercial del país -después de Brasil-.

El riesgo de que salgan más dólares

¿Qué puede esperarse de un tratado comercial con Estados Unidos? Si se considera el antecedente más cercano, que fue el gobierno de Mauricio Macri con su política de apertura y el «mini Davos» para recibir inversiones, podría haber un fuerte ingreso de capitales, que de todas formas no lograrían compensar una cuenta corriente deficitaria si se incurriera en una política de atraso cambiario

Al respecto, una investigación del BBVA Francés demostró que en el mejor momento macrista se llegó a un flujo inversor de u$s10.000 millones, pero en el contexto de un tipo de cambio atrasado, los dólares que se fueron por la cuenta corriente triplicaron a los que ingresaron por inversiones.

En la serie histórica, el año con mayor ingreso por inversiones externas directas fue 1999, con unos u$s22.000 millones, mientras que el de menor llegada de inversiones fue el 2014, cuando se registró una salida neta de capitales.

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