Casi en simultáneo con el que probablemente haya sido su victoria política más rotunda desde que llegó a la Casa Rosada, la confirmación en Diputados del veto a la ley jubilatoria, Javier Milei recibió el dato que pone en tela de juicio su programa económico.
La inflación de agosto -del 4,2%- mostró un inesperado repunte respecto del mes anterior pero, sobre todo, una aceleración en la denominada «inflación núcleo», que el Gobierno creía bajo control.
La «núcleo» -que quita de la medición a los precios regulados y a los estacionales- subió un 4,1% el mes pasado, por encima del 3,8% de julio, que ya había sido considerado un registro elevado por el mercado.
El Gobierno podría argumentar que la suba del índice de precios se debe al reacomodamiento de los precios regulados -tarifas de luz, agua y gas; y del transporte público en el área metropolitana- pero la aceleración de la «núcleo» pone bajo tensión el esquema oficial.
La inflación, el dólar y la «tablita» de Luis Caputo
El IPC de agosto dejó en claro que al Gobierno le costará bajar del escalón del 4% mensual. De hecho fue el cuarto mes consecutivo que empieza con «4», y que pone en un cono de sombra la ansiada desinflación prometida por el Ejecutivo.
El hecho de que sea así puede poner en crisis el esquema de «crawling peg» impuesto por Luis Caputo.
El ministro estableció que la cotización del dólar oficial se mueva el 2% mensual, lo que debería servir como una referencia y un ancla inflacionaria.
Se entiende que el IPC pueda correr por encima, dado los ajustes tarifarios que viene aplicando el Gobierno, pero no hay demasiadas excusas para argumentar que también se impulsen los precios que están por fuera de esos movimientos.
El Palacio de Hacienda, a través de un comunicado, celebró ayer la disminución interanual de la inflación, que en agosto fue del 236,7%. «Fue el cuarto mes consecutivo de desaceleración en la comparación contra igual mes del año anterior», destacó Economía a través de un comunicado.
¿Y ahora qué?
El economista Pablo Goldín, de la consultora MacroView, estableció que el ritmo de atraso cambiario de los últimos ocho meses es más veloz que el que existió durante la época de la «tablita de Martínez de Hoz», a finales de la década del ‘70.
La diferencia, para nada menor con aquella época, es que el esquema de Caputo arrancó en un nivel superior, tras la devaluación de diciembre pasado, cuando el dólar pasó de $360 a $800 de un solo saque.
La mención de Goldín, en todo caso, sirve como disparador para pensar en lo que viene.
El Gobierno dice que este proceso puede continuar. Por eso, Economía dio argumentos en su defensa:
«Para analizar la dinámica del proceso de desinflación y extraer tendencias más allá de la volatilidad de corto plazo, resulta útil analizar el comportamiento de las medias móviles de las variaciones del IPC», plantearon desde el Palacio de Hacienda.
Luego añadieron: «Este análisis es consistente con una continuidad en el proceso de desinflación, con la media móvil de 3 meses de la variación del IPC Nacional ubicándose, junto a la del mes anterior, en el menor nivel desde febrero de 2022, y la de 6 meses, resultando la más baja desde marzo de 2023″.
La ironía del economista Pablo Gerchunoff
Sin embargo, para economistas de distintas escuelas, el actual proceso está en crisis.
El profesor Pablo Gerchunoff sugirió en su cuenta de X que la resistencia de la inflación a un descenso notorio podría dar pie a un cambio de régimen. O algo así: «Nos acercamos a un plan de estabilización», posteó, apenas divulgado el IPC por parte del Indec.
Con ironía, Gerchunoff le respondió al economista Ricardo Carciofi cuando este -también en tono irónico- le sugirió: «¿Te parece Pablo que necesitamos un plan para estabilizar los precios? La inflación es siempre y en todo lugar un problema monetario. Con eso alcanza».
Gerchunoff concluyó: «Aahh, me había olvidado. Perdón!».