El alumno se había preparado con mucha antelación y le había puesto garra apara estar listo para el examen. Sabía que se ponía nervioso en los orales, pero de todas formas estaba seguro de que iba a aprobar. Siempre y cuando no le hicieran alguna pregunta malvada. A veces, las profes hacen preguntan malvadas. Aunque esta no, parecía buena onda.
La puerta se abrió y salió su compañera que acaba de rendir.
– ¿Qué te preguntó?
– Todo el tema 1 y parte del 4.
– ¿Estuvo difícil?
– No, pero ojo que la Ñ no funciona bien y te califican por ortografía.
El alumno paso a la sala, se sentó y una voz mecánica repitió su nombre y apellido. En el monitor, la AI puso un mapa de Europa y pidió con voz amable pero firme.
-Escriba por favor, las capitales de los países marcados en rojo.
El alumno se mordió una uña y se puso a escribir. Le iba a ir bien. “Es una IA buena onda”, pensó mientras escribía “Atenas”.
La escena que acabamos de imaginar es ciencia ficción. O no. Puede ser vista como una pesadilla o como una bendición. El debate entre la tecnología y la educación no es nuevo. O, mejor dicho: es viejo. En la década de los setenta, la discusión pasaba por el uso de las calculadoras, en los noventa por el uso de las computadoras, en la década pasada por el uso del celular y ahora por la utilización de la inteligencia artificial (IA).
Vértigo. En un reciente informe del Fondo Monetario Internacional, se consigna que 77% de los empleados de organizaciones consultadas declaran confiar en sistemas que les permiten ahorrar tiempos y mejorar su productividad. Otra encuesta de ManpowerGroup hecha a 42.000 empresas globales reveló que 52% de las que tienen más de 5.000 empleados ya está utilizando programas de IA para sus tareas rutinarias. ¿Y en el sector de la educación?
Matific es una herramienta para el aprendizaje de matemáticas que se usa en más de 120 países, entre ellos Argentina. La plataforma utiliza IA generativa (capaz de “crear” contenidos por sí misma) y seguirá aumentando capacidades en este sentido.
Los de la Generación X recordamos a nuestros docentes diciéndonos: ¿qué vas a hacer cuando no tengas una calculadora encima? No vas a estar todo el tiempo con una calculadora en el bolsillo. Y, sin embargo, le aseguro a usted que está leyendo que es muy probable, sino absolutamente seguro, que en este momento tiene una calculadora en el bolsillo o al menos, la acaba de dejar apoyada en una mesa.
Es un tema recurrente que las nuevas tecnologías representan miedos y dudas. Y de la misma forma que se había anunciado (hace apenas unos años) que los celulares o el acceso a internet iba a hacer que los docentes fueran superfluos, hoy existen exactamente los mismos miedos.
Para combatir estos temores irracionales, empresas y organizaciones como Chicos.net y Google desarrollaron herramientas como Human.IA, una propuesta de aprendizaje sobre inteligencia artificial dirigida a estudiantes y docentes de la escuela secundaria.
¿Muleta o herramienta? Tal vez, una forma de entender el rol de la IA en la educación sea entender el rol de la tecnología a la hora de aprender. Pero el truco consiste en darse cuenta de que tecnología no es solo aquello que lleva pilas, sino todo aprovechamiento de un conocimiento técnico o científico y el movimiento siempre es pendular. El plumín es reemplazado por la lapicera a fuente, la lapicera fuente es reemplazada por la birome, la birome es reemplazada por la notebook, la notebook es reemplazada por los sistemas de transcripción automáticos por IA. Y en todos los casos, es fácil caer en la misma trampa: la tecnología superada permitía que los estudiantes desarrollaran una habilidad valorada en ese momento y ahora, con esa nueva tecnología, no tendrían más esa habilidad. El algoritmo funciona sin error en todos los casos: sin el plumín y con la lapicera, la caligrafía es peor. Sin la lapicera y con la birome, los estudiantes son más desprolijos. Sin la birome y con la notebook, los estudiantes no saben escribir. Sin la notebook y con la inteligencia artificial, los alumnos no saben tomar apuntes.
El punto es que todo avance genera un cambio de paradigma a la hora de enseñar. Los estudiantes necesitan nuevos desafíos, nuevos estímulos y docentes que sepan estar a la par de lo nuevo que aparece. Es así como la gente de Khan Academy y Code.org desarrollaron IA 101, un recurso online para que alumnos, pero especialmente docentes, puedan capacitarse en nuevas formas de enseñar y herramientas.
La inteligencia artificial es un nuevo desarrollo en una larga cadena de tecnologías. Oponerse a su uso es querer tapar el sol con el pulgar. Es lógico que exista el miedo al reemplazo, pero también es falso y resultado, justamente, de no entender el uso de la nueva tecnología en el aula.
La IA en la educación es una herramienta y no una muleta. Las pesadillas de cientos de estudiantes dirigidos por un robot impersonal, mientras los alumnos miran una pantalla de luz verdosa no son más que manifestaciones de nuestra propia inseguridad. Y de la misma forma que hoy se enseña a programar, a usar una calculadora o a buscar información en internet, quienes están al frente de un aula van a tener que explicar cómo usar la inteligencia artificial. Pero eso implica que antes, sean los docentes quienes comprendan cómo y porqué usar inteligencia artificial con sus alumnos.
Ni tecnofóbicos ni tecnofílicos, la respuesta está en un equilibrio sano motivado por el espíritu de curiosidad de los alumnos y también docentes. Y si antes decíamos cada maestro con su libro, no falta nada -pero nada- para que digamos cada maestro con su IA. Depende de cada docente descubrir cómo y cual.
* Chief Storyteller de Youniversal, profesor en UCA, U. San Andrés y U.T. Di Tella.
por Ramiro Fernández Varela
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