jueves, 26 diciembre, 2024
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Ana María Shua y la necesidad de decir todo lo que una quiere decir en sólo diecisiete sílabas

Ana María Shua ofrece su casa para ser entrevistada. Vive en el piso catorce de un edificio porteño. Su living es amplio, luminoso y en todos los rincones hay libros. Abre las cortinas y aparece un cielo brillante. Ella le da la espalda mientras disfruto del paisaje: tengo a la maestra del microrrelato enfrente y a la ciudad de Buenos Aires de fondo. Un sinfín de tangos podrían musicalizar el encuentro. La excusa de nuestra cita es No son Haikus, su libro de poesía que dispara la charla en muchas y distintas direcciones.

“No son haikus” es una creación poética que nació en 2006, después de que un libro de Alberto Silva cayera en sus manos. La primera obra que publicó también fue un libro de poemas, (El sol y yo). Tenía 16 años en ese entonces. Algo pasó y no volvió a publicar poesía. Hasta ahora: 57 años después Shua volvió al género y sin perder la brevedad que la identifica: “El haiku es como el microrrelato de la poesía”, dice la autora de Todos los mundos posibles, el tomo de mil páginas que reúne cinco libros.

Y sí, lo que más le atrajo de los haikus es la limitación, esa exigencia concisa que impone el formato. Dice Ana que encontró en ellos “la necesidad de decir todo lo que una quiere decir en sólo diecisiete sílabas y que además estén estructuradas así: en verso de 5 7 y 5 sílabas”.

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Si bien es un género poético de origen japonés, nada en su contenido tiene que ver con la cultura japonesa. “Justamente se titula No son Haikus porque los haikus además de tener un formato particular que se estructura en moras (unidades de escritura, no de sonido) es muy importante el contenido, ahí está el espíritu del haiku. El haiku exige una intensa relación con la naturaleza y yo soy una persona muy urbana. Mi relación con la naturaleza es un poco distante, por decirlo delicadamente. A diferencia del haiku tradicional, en estos hay referencias personales y asuntos humanos. Cosa que en el japonés, está prohibido hacer referencia directa al narrador del haiku”, relata Shua. 

Los 125 haikus que no son haikus fueron escritos entre el 2006 y el 2023. ”Hice una rigurosa selección. Hay incluso más del doble que quedaron afuera. Primero pensé en dividirlo al libro. Pensé en ponerle a una parte Asuntos humanos y a la otra Paisaje Urbano. Después me di cuenta que rimaba y no me gustó. Finalmente decidí publicarlos en el orden en que fueron surgiendo. Creo que los primeros son mejores. De hecho, de los más antiguos seleccioné una proporción más grande”.

Ana María Shua y su libro No son Haikus

Antes de ser editado por Planeta, el libro fue revisado por Silvio Fabrykant, su pareja de toda la vida y padre de sus tres hijas, quienes la convirtieron en abuela. «Él es mi primer lector de todo lo que escribo. Silvio es mi primer editor, luego le paso los textos a tres o cuatro amigos, y después va a la editorial«. A Silvio lo conoció un primero de junio de 1974. La publicación de No Son Haikus coincide con este aniversario, la boda de oro, por lo que el libro está dedicado a él: «Los haikus de amor que aparecen son para Silvio. Y si no, no se puede decir», comenta la autora mientras esboza una sonrisa.

A la hora de escuchar opiniones sobre sus textos antes de ser publicados, Shua menciona que para ella son muy importantes las coincidencias.”Por lo general no me sirven los consejos que me dan para arreglarlos. Pero si me resulta muy útil cuando alguien me marca algo en una zona donde a otros también les hace ruido. Yo soy la que encuentra la solución a través del hallazgo del problema que hizo el otro”.

A partir de cierto momento uno se empieza a poner más inseguro. Hay un momento en el que la calidad de lo que uno escribe empieza a descender. Yo hoy me siento absolutamente insegura. Tan insegura como cuando empezaba. Hay un momento en que uno produce una literatura otoñal. Además, cuando empezas a escribir, te parece que podes escribir todo. Después te vas dando cuenta que en realidad lo que realmente podes y querés escribir sobre literatura es muy restringido, ya que un cuento no es una anécdota. Si la historia que queres contar no te toca ese punto sensible que se necesita para escribir,  no te va a servir para hacer literatura”, agrega la escritora con más media década de trayectoria.

Brevedad extrema y mundo contemporáneo

Le pregunto si hay alguna relación entre la brevedad extrema que caracteriza a los haikus y el microrrelato, y los modos de vida actual donde casi todo es efímero. Sin embargo, “Ani”, como le dice su gente, me advierte: “El microrrelato sería bestseller sino”. “Si vas a la lista de best seller lo que le interesa a la gente que tiene mucho tiempo son las novelas de 600 páginas para arriba. Eso es lo que la gente tiene ganas de leer y también lo que le resulta más fácil. En una novela larga entras en el código de la historia y conoces a los personajes, es un pequeño mundo donde pusiste un pie. Después entrar y salir de allí es relativamente fácil. En cambio con el microrrelato tenes que hacer ese pequeño esfuerzo de entrar en un texto completamente desconocido. Y cuando entraste se terminó. Para continuar, tenes que volver a hacer ese pequeño esfuerzo. Por eso no se recomienda leer muchos microrrelatos seguidos”, explica Shua. 

Octavio Paz, en una de sus entrevistas, habla de que la libertad es algo que se conquista día a día, que el escritor lucha contra toda clase de limitaciones e imposiciones, tanto personales como externas. “Eso es cierto y también es cierto lo contrario”, responde Ana.

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La absoluta libertad de la página en blanco es muy perturbadora, esa idea de que uno puede hacer absolutamente lo que se le dé la gana en realidad es bastante paralizante. En ese sentido yo siento que hay ciertos formatos son una ayuda. En términos generales, cuando una piensa que va a escribir un cuento, por ejemplo, ya tenes una idea de que es lo que queres hacer a través de un cuento. Lo mismo pasa con cada uno de los géneros. La absoluta libertad puede ser muy angustiante. Por otro lado, más allá de la forma, hay muchas limitaciones que persiguen al autor de muchas maneras. Y eso que en la época de Octavio Paz no existía lo políticamente correcto y la política de cancelación”.

Esa última frase dio pie para charlar sobre el caso de Alice Munro y la controversia que se desató en torno a la supuesta inacción de ella frente al abuso de su hija por parte de su esposo.

“¿Qué pasa con la literatura maravillosa y genial de Alice Munro? ¿Qué hacemos? ¿Vamos a quemar todos los picassos porque Picasso no era la persona encantadora que a una le hubiera gustado que fuera? ¿Vamos a hacer desaparecer a Alicia en el país de las maravillas porque el autor era un pedófilo? ¿Vamos a descartar la Teoría de la relatividad porque Einstein le pagaba a su mujer? La obra es la obra, la vida del autor es otra cosa”, afirma Ana María. Y reafirma: “Creo en cancelar a las personas, pero no en cancelar la obra”.

“La vida de los autores me deja por completo indiferente. De chica, cuando me preguntaban cual era mi libro preferido decía ‘La vida del Lazarillo de Tormes’ porque es anónimo”, comenta.  

El ser políticamente correcta, ¿comprometió tu visión creativa?

Yo creo que no, pero uno nunca puede estar seguro de eso. Son cuestiones que flotan en el aire y, entonces, a veces pesan aunque uno no quiera o no se de cuenta. Si me pesan en forma clara e intensa cuando escribo para chicos. En la literatura infantil lo siento muy claramente, no solo la censura de las editoriales, sino la autocensura. En las editoriales que trabajan con las escuelas -la mayoría-, donde son las maestras o los padres quienes eligen los cuentos, si desafías la moral de la época, es muy probable que tus libros no se vendan. Y en literatura infantil no hay posteridad, es un poco como la literatura erótica. Es decir, son géneros que nacen bajo el signo del dinero: tienen que venderse. No hay posteridad que vaya a reconocer a un gran autor infantil que en su momento no se le prestó atención”. 

¿Cómo es tu relación con Internet? 

Amo internet. Es maravilloso, más para el que pasó muchos años sin él. Buscar información antes era un infierno. Era tristísimo ir a una biblioteca y que un bibliotecario te trajera tres libros. Es que tuve una experiencia concreta al respecto: en un momento en el que trabajaba haciendo adaptaciones de leyendas para chicos, estaba buscando leyendas de países balcánicos en una biblioteca y tenía que buscar en el fichero los títulos que podían interesarme, ya que obviamente no existía la digitalización. Solo me dejaban ver de a tres libros, los cuales estaban en el piso de arriba. Entonces me acuerdo que apenas los miraba me daba cuenta cuales no me servían. Penosamente, la persona encargada de ir a buscarlos tenía que ir y volver cada vez que le pedía otros títulos. Digo penosamente porque era renga. Finalmente, en un momento dejé de tener coraje para hacerla subir una y otra vez. Además, para quien vivió la época donde no había teléfono y había que depender de un vecino que recibía las llamadas, las cosas que uno se perdía: amores, trabajos, leyendas. Hoy es menos torturante conseguir la información.

Al preguntarle a Shua cuál es el favorito de sus libros, responde: “Es como con los hijos. No siempre el favorito es el mismo, va cambiando según como se porten, la reacción que tengas en ese momento con cada uno. Aunque tengo una inclinación especial por La Sueñera. Mi primer microrrelato y mi primer libro de narrativa para adulto porque salió en el 84 pero lo empecé a escribir 10 años antes. Es muy difícil escribir microrrelato porque a las editoriales no les interesa ya que no tiene tanto lectores. Los únicos que publicaron el género sin pagar creo que somos Luisa Valenzuela, Raúl Casco y yo.

Consejos de Ana María Shua a los jóvenes escritores:

  • “No les aconsejaría que lean mucho si quieren ser escritores”
  • “Tengan mucha autocrítica. No todo lo que uno escribe es bueno, ni cuando uno empieza ni después de muchos años. No todo lo que está bien escrito es bueno, por eso hay que leerse a uno mismo como si estuviera leyendo la obra de otro y darse cuenta lo que está saliendo bien y lo que está saliendo mal, y así seleccionar lo mejor. No hay que enamorarse de todo lo que salga de la pluma o de las teclas de la computadora.
  • «Hay que mantener un cuidadoso equilibrio en sobreestimarse o subestimarse. Cualquiera de las dos opciones llevan a lo mismo: a no escribir. Hay que tener paciencia. Onetti decía que para él la escritura es una amante y no una esposa. No es que convivía con la literatura, sino que de pronto se encontraba con ella y la pasaba bomba».

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