El 31 de julio de 1966 la dictadura de Juan Carlos Onganía, que había derrocado al gobierno de Arturo Illia, dispuso por decreto la intervención de las universidades nacionales, por considerarlas “una peligrosa fuente de contaminación para la virtud de los argentinos”.
Ese desalojo violento, que comenzó el 29 de julio en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA trascendió en la historia como “La Noche de los Bastones Largos”, debido al uso de palos que utilizó la Policía Federal para castigar a estudiantes, docentes y decanos.
La represión de esa noche no se circunscribió a Exactas, también se reprodujo en Filosofía y Letras y en Arquitectura donde la acción policial tuvo menor envergadura y no hubo detenidos, según crónicas de la época.
La intervención de las ocho universidades nacionales del país se conoció por el decreto ley del dictador Juan Carlos Onganía, que terminó con la autonomía que regía desde la reforma universitaria de 1918.
Por este episodio, cientos de profesores, alumnos y no docentes, en defensa de la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, fueron salvajemente golpeados por miembros de la Guardia de Infantería de la Policía Federal.
Onganía había realizado el golpe de Estado un mes antes. El día del derrocamiento de Illia, el rector de la UBA Hilario Fernández Long aprobó un comunicado que decía: «En este día aciago se ha atentado contra los poderes constituidos…». Esta declaración en nombre de la UBA fue la única, de una institución del país, que repudió al golpe militar contra el gobierno democrático.
Como resultado de las intervenciones a las ocho universidades nacionales, el éxodo de científicos y alumnos adelantados fue extraordinario. Este hecho provocó la mayor fuga de cerebros de la Argentina hacia el resto del mundo.
por Radio Perfil
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