El 18 de julio de 1994, hace 30 años, se produjo el atentado contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina). Ese día un coche-bomba se detonó y dejó un saldo de 85 muertos y 300 heridos. Hasta el día de hoy aún no se encontraron a los autores materiales del crimen, que continúa impune, al igual que el ataque previo a la Embajada de Israel, que fue ejecutado el 17 de marzo de 1992 con el mismo modus operandi y dejó 22 muertos.
A las 9.53 de aquel día, un coche bomba se estrelló en mitad de la vía pública y en frente de la sede de la AMIA, ubicada en Pasteur 633, en el barrio porteño de Balvanera, en la zona de Once. El lugar era el principal centro comunitario de la colectividad judía en Buenos Aires y quedó reducido a escombros.
A pesar de los esfuerzos por los vecinos, los sobrevivientes y el personal médico y de seguridad que se apersonó al lugar, 85 personas murieron y 300 resultaron heridas por el ataque.
El atentado a la AMIA es el ataque terrorista más grave en la historia Argentina y no dejó condenados pese a tratarse de un delito de lesa humanidad. Desde 1994 no se pudo esclarecer quiénes fueron los responsables, aunque la Justicia concluyó que se trató de un ataque relacionado con el grupo terrorista Hezbollah y una conexión local que organizó, planificó y realizó la maniobra.
Desde esa fecha, cada 18 de julio se realiza un acto en el que participan tanto familiares de las personas fallecidas, como representantes de la comunidad israelí y judía, además de funcionarios y dirigentes políticos tanto del oficialismo como de la oposición.
A las 9.53 en punto, durante el acto conmemorativo, suena la sirena que recuerda el momento de la explosión, se hace un minuto de silencio y se inició el repaso de cada una de las víctimas fatales del ataque.
LA NACION