La jugada de Luis Caputo apuntaba, en primer lugar, a actuar sobre las expectativas. No por casualidad, uno de los logros de los que se jactó el ministro tras el debut de sus medidas fue que se produjo una caída en la cotización del dólar paralelo sin que el Banco Central hubiera salido al mercado a vender ni un solo billete verde.
Amenazar con la venta para que los jugadores del mercado actúen por sí solos, anticipándose a la intervención: si sale bien, entonces se habrá logrado el objetivo buscado sin necesidad de hacer el desgaste. A fin de cuentas, el anuncio había sido algo ambiguo respecto de cómo y cuándo se haría la intervención del BCRA para compensar por la emisión de pesos que se utilizara en la compra de divisas. Eso le deja cierto margen de acción como para demorar esa venta, en la medida en que el mercado actúe por su propia cuenta.
Esa fue la sensación que transmitió Caputo, en línea con una estrategia bastante utilizada por ministros y banqueros centrales de todo el mundo. El caso más célebre fue el descrito en 2005 por Mervyn King, director del Banco de Inglaterra, quien hizo una sorprendente analogía entre su política monetaria y el gol de Diego Maradona en el mundial de 1986.
Básicamente, lo que planteaba King era que resultaba mucho más importante lo que el mercado creía que el banquero fuera a hacer, más que lo que el banquero realmente hacía. Y se basaba en el ejemplo del gol más célebre de la historia: «Lo notable es que Maradona hizo eludió a cinco rivales corriendo prácticamente en línea recta. Eso fue posible porque los jugadores actuaban de acuerdo con lo que ellos creían que Maradona iba a hacer, y no según lo que él realmente hacía. La política monetaria funciona igual», explicaba King.
A partir de allí, se empezó a tomar más en serio la capacidad de «engañar» al mercado. Si todos los agentes actuaban «como si» estuviera por venir una corrección de tasas o tipo de cambio, entonces se produciría el mismo efecto de haber tomado esa medida, pero sin que el Banco Central tuviera que tomarla.
¿Se sentirá Caputo como King -no digamos como Maradona, que suena a herejía- al anunciar medidas cuya consecuencia será una baja del dólar, y entonces inducir al mercado a desprenderse de billetes verdes y otros activos dolarizados, como por ejemplo los granos de soja?
El célebre gol de Diego Maradona inspiró nuevas teorías sobre el manejo de las expectativas en el mercado financiero
Lo cierto es que, hasta el momento, su estrategia resultó solamente a medias. Por un lado, pudo inducir a una caída en el dólar «contado con liquidación» sin tirar un tiro en las ventas de divisas del BCRA. Pero también es cierto que no está logrando la reacción esperada por parte de los productores agrícolas, y eso está poniendo una nota de duda en el mercado.
La señal más contundente en ese sentido es que el «contado con liqui», que había caído a $1.286 al cierre del martes, dio un salto que lo dejó en $1.308, empañando la «victoria» de las primeras dos jornadas.
¿Fallo el amague de Luis Caputo?
No es que haya un boicot del campo, claro. Después de todo, este miércoles hubo liquidaciones por u$s143 millones, y en el mes suman u$s1.645 millones. No son malas cifras, pero aun así, la expectativa previa al debut de las medidas era de una exportación agrícola masiva, y eso todavía no se está viendo. De hecho, se estima en más de u$s14.000 millones el stock retenido en silobolsas.
El mensaje tácito en las medidas de Caputo era que se buscaría achicar drásticamente la brecha, que es percibida como peligrosa por su capacidad para desincentivar la exportación, estimular la importación y poner más presión inflacionaria.
Al achicar la brecha, se enviaba una señal fuerte al campo, porque la caída del dólar CCL implicaba, además, una disminución del dólar «blend» -que combina 80% al tipo de cambio oficial y 20% al CCL-. El lunes post anuncios, el desplome del 8,5% en el tipo de cambio paralelo, la brecha con el tipo de cambio oficial mayorista, que hasta la semana pasada era de 55%, cayó a un nivel de 42%, lo cual hizo que el dólar efectivo para los exportadores tuviera un recorte de 2,2% en apenas una jornada.
La señal era clara: empieza a ser mal negocio retener la soja en las silobolsas, porque con el correr de los días se obtendrá un precio más bajo. Ergo, conviene liquidar ahora. Ni más ni menos que lo que se buscaron con todos los regímenes de incentivo exportador, como los que implementó el ex ministro Sergio Massa.
Sin embargo, el aluvión de sojadólares brilló por su ausencia, dando lugar a versiones de todo tipo en el mercado, incluyendo la de llamadas desesperadas de los funcionarios a los celulares de los ejecutivos de cerealeras y grandes productores.
Y, una vez más, se instaló en el mercado la sensación de que los productores están dispuestos a pulsear con el gobierno, a la espera de una devaluación correctiva. No sería la primera vez, como la historia reciente se ha encargado de demostrar.
¿Cuándo el agro empieza a vender soja?
¿Qué falló, entonces, en el manejo de las expectativas de Caputo? ¿Por qué no resultó suficiente incentivo la caída del «contado con liquidación» y la reducción de la brecha? Para los analistas del sector, el ministro no tuvo en cuenta que los productores hacen una cuenta en la que intervienen muchos factores, y el dólar exportador es apenas uno de ellos.
«El rubro agro es muy dolarizado, no solamente en ventas sino en compras. Entonces las medidas, al atacar a la brecha, despiertan interés, pero lo que ve el productor es todo el número en general. No solo ve el atraso cambiario, sino también el impuesto PAIS, el derecho de exportación, el precio de Chicago a la baja. Y eso lo lleva a quedarse parado en lo que respecta a la venta», observa Salvador Vitelli, uno de los consultores más influyentes en el ámbito del agronegocio.
La liquidación sojera se demora y pone en duda la efectividad de las medidas anunciadas por el ministro Caputo
Su visión es que para que haya una venta masiva se requiere que caiga aún más el nivel de la brecha, que hoy está en 41,5% si se considera el dólar CCL. Y aclara que no se percibe un reclamo generalizado por una devaluación, sino más bien por una mejora en la competitividad.
En el sector del agro se comenta que la anunciada baja de 10 puntos en el impuesto PAIS podría ser un factor que gatille las exportaciones. Si bien es un tributo que grava a las importaciones, también lo hace indirectamente a las exportaciones, dado que un alto porcentaje de los insumos que se usan en el campo tienen valor dolarizado. De manera que un recorte en ese impuesto impactaría directamente en los márgenes de rentabilidad.
El problema, claro, es para que caiga más la brecha, uno de los requisitos es que los productores mejoren su volumen de liquidación. Pero estos, para vender más, quieren ver señales más contundentes. Así, en ese juego de expectativas por ver quién hace el primer movimiento, van pasando los días y el clima financiero vuelve a enrarecerse.
El principal tema de debate entre los economistas sigue siendo el de las reservas. Como graficó Lucas Llach, ex vicepresidente del BCRA, parece haber un cambio de consenso, porque ya no se da como cierto que la acumulación de reservas sea el requisito previo para levantar el cepo cambiario. «Consenso de hoy: para salir del cepo hay que hacer lo contrario a acumular reservas, porque comprar reservas implica emisión», plantea.
O, al menos, esa parece ser el concepto con el que Caputo intenta persuadir al mercado. Sin embargo, las expresiones de preocupación no se disipan, sobre todo al ver las mediocres cifras de compras por parte del BCRA, como la de este miércoles -u$s30 millones, en un día en que los tipos de cambio paralelos rebotaron-.
Mientras tanto, la lupa sigue puesta en el agro, el sector que en este momento puede hacer el aporte que marque la diferencia. Ahí las opiniones van de un extremo al otro: hay quienes creen que la semana próxima, con un panorama más claro, se verán volúmenes importantes, mientras que otros creen que el campo mantendrá su postura cautelosa y escéptica.
Más que nunca, en estos próximos días Toto pondrá a prueba su capacidad para amagar hacia un lado, esperando que el rival se mueva en el sentido exacto en que le despeje el camino. Como todos los ministros que quieren manejar las expectativas como Maradona en el gol más famoso de la historia.