Nadie que esté en su sano juicio se embarcaría en la titánica tarea de intentar explicar el infinito. Nadie, excepto Pablo Bernasconi, el diseñador gráfico cuyas ilustraciones dan la vuelta al mundo en las páginas de The New York Times, Daily Telegraph o The Wall Street Journal, por nombrar algunas.
Atrincherado en la ciudad patagónica de Bariloche, elucubra con meticulosidad artística y rigurosidad científica cada una de las piezas que componen su trabajo. “Hace unos cuantos años me planteé la imposibilidad de tratar de definir el infinito en forma poética, con poesía visual y escrita. Entonces empecé a dialogar con mis pensamientos y con distintas formas artísticas para asir el concepto, para tratar de ver qué diálogos podían tener”, dice Bernasconi.
En efecto, la muestra El infinito tiene su origen en un libro; pero bastó que éste fuese publicado, para que el artista entendiera que se había quedado corto. Es que, claro, el infinito es un concepto que nos trae problemas cada vez que lo miramos.
Entonces empezó a investigar más profundamente, involucrando todas las áreas que se le iban magnetizando: “Porque a mí me pasan cosas así, magnetizo el conocimiento a través del interés y las cosas se van uniendo a mí; la filosofía, las matemáticas, la literatura, la teología, la física, la astrofísica. Todos esos conceptos empezaron a interesarme cada vez más”, dice.
Pero estos conceptos de los que habla no le son del todo ajenos a un artista nacido y criado por científicos: un padre ingeniero nuclear y una madre química, que además estaban muy vinculados al Instituto Balseiro. “Como mis padres tenían mucha relación con el Balseiro, convoqué a los físicos del instituto para que nos dieran clases a mí y a otros cinco locos durante casi un año, sobre temas tan ríspidos como El principio de Incertidumbre (de Heisenberg), o la Materia Oscura. Empezamos a hablar del Big Bang, del Big Crunch, de los multiversos y de un montón de conceptos que yo entendía debían ser explicados de forma metafórica o eran imposibles de entender”.
Una vez asimilados todos estos temas, les dio “formas metafóricas” y los convirtió en una muestra que contiene más de cien piezas entre cuadros, objetos, esculturas, poesía, física y bromas, muchas bromas. “La muestra es muy lúdica porque también es la única forma de sostener un concepto tan complejo. Toda la muestra funciona como un bálsamo y eso es lo que yo quiero que suceda: que sea un bálsamo ante la pregunta tremenda de ¿dónde terminan las cosas?”.
Ese bálsamo al que se refiere Bernasconi es un intento por acercarnos este concepto a la escala humana, porque es la única forma de acercarse a una idea tan inabarcable como el infinito: ponerle escala humana y utilizar la metáfora. “Y la poesía. Hay cosas que son indecibles, salvo por la poesía”.
El conjunto de piezas que conforman El Infinito empezó en su casa de Bariloche, con su familia y sus amigos, hasta que se le fue de escala. “Durante casi un año y medio hicimos algo que se llamaba ‘La minga infinita’, en donde juntábamos amigos para que nos ayudaran a ponerle fideos de arroz a una calavera, por ejemplo. Eso sucedió gracias a los amigos, luego la extendimos y terminó convirtiéndose en ésto. Hay mucha gente que se ríe, otra que se emociona, otra que se enoja, pero nadie sale igual que cómo llegó, y esa es la idea de la poesía y de esta muestra”.
La muestra
La exposición exhibe 30 obras originales y sus textos del libro El Infinito, publicado en 2018. Se complementa con material didáctico e interactivo y artefactos tangenciales que colaboran con el entendimiento del concepto infinito.
Podrá verse hasta el 26 de agosto, de 10 a 18, en el Centro Cultural UNC (Duarte Quirós 107; ingreso por Obispo Trejo).
Las entradas están a la venta en Edén Entradas.