Rusia descubrió gigantescas reservas de petróleo en territorio reclamado por la Argentina, Reino Unido y Chile en la Antártida, según un informe presentado en el Parlamento británico, un hallazgo que ha desatado una ola de inquietud a nivel global.
Los informes presentados en una comisión de la Cámara de los Comunes del Reino Unido revelaron el hallazgo, realizado por buques de la empresa rusa Rosgeo en el mar de Weddell, lo cual despertó temores de que Moscú esté realizando exploraciones petrolíferas y de gas, e inspeccionando el continente con fines militares.
Las reservas se estiman en unos 511.000 millones de barriles de petróleo, lo que equivale a aproximadamente diez veces la producción del Mar del Norte en los últimos 50 años, el doble de las reservas de Arabia Saudita o 30 Vaca Muerta juntas. El descubrimiento no solo despertó el interés por el potencial económico -en una zona donde la explotación está prohibida-, sino también por las implicaciones políticas y medioambientales.
Todas las actividades en la Antártida están cubiertas por el Tratado Antártico de 1959, y otros instrumentos legales asociados. El territorio fue designado como un continente dedicado a la paz y la ciencia, por lo que está prohibido cualquier tipo de explotación petrolífera en la zona.
De hecho, el artículo 7 del Protocolo de 1991 sobre Protección del Medio Ambiente afirma que existe una prohibición permanente de la minería pero sí permite la “investigación científica” en materia de recursos minerales. Ahora bien, esto evidencia cierta ambigüedad ya que según la información que trascendió, la empresa estuvo haciendo amplios estudios sísmicos en la zona en los últimos años, pero el Protocolo no define explícitamente lo que constituye como “investigación”.
La posible violación de este tratado por parte de Rusia preocupa a los expertos quienes afirman que Moscú podría estar realizando exploraciones petrolíferas y gasísticas en partes de la Antártida y estudiando el continente con fines militares. Además la publicación de una serie de investigaciones de la agencia de noticias sudafricana Daily Maverick, denunció que la empresa rusa ha recopilado una cantidad significativa de datos sobre petróleo y gas en la Antártida desde hace años.
“Desde 2011, Rosgeo ha regresado al menos seis veces al territorio reclamado por el Reino Unido en el mar de Weddell, en el Océano Austral de la Antártida. Los diarios de navegación del explorador han documentado mapas de las cuencas sedimentarias y su “potencial de petróleo y gas”, afirma la investigación.
Klaus Dodds, catedrático de geopolítica del Royal Holloway College del Reino Unido, explicó a LA NACION que Rusia tiene una agenda económica y estratégica explícita en la Antártida, incluyendo el desarrollo de un sistema de navegación satelital global y el uso de estudios hidrográficos y sísmicos para mejorar su comprensión de la geografía física y de recursos del continente. “Rusia no dudará en dificultar los asuntos del Tratado Antártico si siente que sus intereses están amenazados”, afirmó.
Además, el científico puso en duda la credibilidad de Rusia de estar haciendo unicamente “investigaciones científicas”: “Si estuvieran llevando a cabo una investigación puramente científica, entonces podríamos preguntarnos por qué uno de sus documentos públicos de 2020 incluía la siguiente afirmación: “Los recursos potenciales de hidrocarburos en las cuencas sedimentarias identificadas se estiman en aproximadamente 70.000 millones de toneladas””, declaró.
“Rusia es considerado un actor de mala fe, con evidencia de que no actúa según el espíritu e intención del tratado”, agregó Dodds. Según él, ya hubo casos en que Rusia ha dado señales confusas en áreas como la pesca y ha perseguido una agenda nacional dedicada a asegurar sus intereses estratégicos y de recursos a expensas de la gobernanza consensuada.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha exacerbado estas preocupaciones, generando temores de que una relación deteriorada de Occidente con Moscú aumente la competencia estratégica en la región antártica. Este clima tenso ya se ha visto reflejado en bloqueos por parte de Rusia y China de intentos de otras naciones del Tratado Antártico para ampliar las áreas marinas protegidas en la Antártida en 2022.
El subsecretario de Estado del Parlamento para las Américas y el Caribe del Reino Unido, David Rutley dijo la semana pasada al Comité de Medio Ambiente que su departamento creía en las afirmaciones de Rusia de que sólo estaba realizando investigaciones científicas. “Rusia confirmó recientemente su intención de cumplir con disposiciones clave del tratado”, añadió.
Sin embargo, los expertos regionales no están de acuerdo con su afirmación y especulan sobre las verdaderas intenciones del gobierno de Vladimir Putin en el llamado continente blanco. Una de las consecuencias podría ser la ruptura del Tratado. “El problema es que el sistema del Tratado Antártico se rige por el principio del consenso y una impugnación directa de este tipo podría provocar la ruptura del Tratado y la posible salida de Rusia del mismo”, concluyó el experto.
Dada la magnitud de esta noticia, es probable que estas cuestiones se cuelen durante la reunión anual de los signatarios del Tratado Antártico en la India, prevista para fin de mes, donde seguramente Rusia será interrogada sobre sus supuestos planes para extraer combustibles fósiles.
Ante una consulta de LA NACION, desde la Secretaría del Tratado Antártico, con sede en la Ciudad de Buenos Aires, evitaron refererirse al hallazgo y sus implicancias.
La Argentina es uno de los siete países con pretensiones de soberanía en la Antártida. Los otros son Chile, Gran Bretaña, Noruega, Australia, Nueva Zelanda y Francia.