Las optimistas declaraciones de Javier Milei respecto de cómo va a caer la inflación y cómo se va a recuperar la economía se están traduciendo en medidas concretas. La nueva baja de tasas decidida por el Banco Central -cuarta desde el recambio gubernamental- es, en sí misma, una señal al sector privado sobre qué es lo que se espera para las próximas semanas.
Para empezar, con el nuevo recorte que dejó la tasa de política monetaria en 60% -después de haber recibido de la gestión anterior una tasa en 60%- es casi una declaración de principios. Como el ministro Toto Caputo definió en varias ocasiones, implica una contestación al argumento de que, ante una situación de alta inflación, se debería seguir la receta clásica de subir tasas para sacar dinero de la plaza.
Su postura está ahora fortalecida por el hecho de que la inflación de marzo -dio 11% el IPC del mes- se haya ubicado por debajo de lo esperado y que también se espere una pronunciada baja para abril. De hecho, causó revuelo en el mercado un reporte de la influyente Marina Dal Poggetto que indica que el IPC de este mes podría caer al 7,3%. Y hasta se debate sobre reportes que marcaron una deflación en la canasta de alimentos para la cuarta semana del mes.
En ese contexto de desinflación, una baja de las tasas opera como una señal al sector privado: contrariando la regla, el Banco Central ni se molestó en esperar a la publicación del IPC, programada para el martes 14 de mayo, y realizó su segundo recorte apenas dos semanas después del anterior.
Según estimó Caputo, si se hubiese seguido el consejo de quienes pedían una suba de tasas como remedio contra la inflación, el gobierno habría tenido que emitir el equivalente a una base monetaria por mes durante los meses de verano.
Marcando el sendero de la desinflación
El mensaje es claro: el problema que tenían las finanzas argentinas era la creación de dinero por los intereses que todos los meses debía pagarle el Banco Central a los bancos, que no tenían otro lugar donde colocar los pesos que sus clientes depositaban en plazos fijos.
En consecuencia, bajar las tasas era la señal correcta, porque por un lado cortaba la emisión de dinero, que durante el auge de la «bola de Leliqs» había llegado a inyectar $2 billones por mes. Pero, además, esa caída tendría un efecto virtuoso, en el sentido de canalizar el ahorro hacia el crédito al sector productivo, en vez de que permaneciera depositado en el BCRA.
El ministro Caputo sigue sumando señales sobre la desinflación de la economía y avaló una nueva baja en las tasas de interés
Ese efecto de «licuadora» financiera fue ponderado por el gobierno como su principal logro, y el responsable principal del proceso de desinflación. Según estimó el propio Banco Central, la base monetaria se viene reduciendo a un 10,5% cada mes. Y la base amplia -que incluye los encajes de los bancos- cae a un 5,8%. Gracias a esto, argumentan, se pudo retirar del mercado $800.000 millones.
Los economistas consideran que, con el recorte de tasas, lo que en definitiva está haciendo el gobierno es marcar el camino de la desinflación, de la misma manera que antes se había hecho con el tope a las paritarias, con la reversión de los aumentos en las medicinas prepagas y con el «reto» a supermercados y fabricantes de alimentos por las remarcaciones injustificadas.
Hay, además, otra motivación clara detrás de esta baja de tasas: forzar a los bancos a que disminuyan la liquidez depositada en el Banco Central y la canalicen hacia la deuda del Tesoro. El recorte ocurrió justo en vísperas de que Caputo saliera otra vez a «pasar la gorra» por el mercado, con la intención de renovar deuda por $2,7 billones.
Esa movida implica una mejora en el balance del Central, al tiempo que ayuda al Tesoro a oxigenar sus cuentas en un contexto de caída de la tasa.
La apuesta a la calma del ahorrista
Ahora, expresada en términos mensuales, la tasa que el BCRA les paga a los bancos por sus depósitos de 24 horas -los «pases pasivos»- es de 5%. Con lo cual, a su vez los bancos van a volver a bajar a sus clientes la remuneración por el plazo fijo de 30 días, y la llevarán a un nivel en torno de 4,30%.
Es decir, aunque la inflación está en descenso, el gobierno sigue apostando a que su política de tasas fuertemente negativas en pesos continúe vigente sin que esto genere una salida de depósitos.
Es otro de los temas en los que Caputo suele hablar con la satisfacción de que no se cumplieron los pronósticos pesimistas sobre una cancelación masiva de depósitos y la consiguiente corrida de los ahorristas a refugiarse en el dólar.
El ministro había argumentado desde el comienzo que, mientras el tipo de cambio se percibiera como estable, el ahorrista permanecería en el banco, porque vería la conveniencia de obtener una tasa real en dólares. En otras palabras, el regreso de la vieja «bicicleta financiera».
La reactivación de la exportación agrícola permite que se prolongue la expectativa sobre la calma del dólar, fundamental para la estabilidad de los plazos fijos
Su plan arrancó con dificultades en enero, dado que en ese mes hubo volatilidad del dólar, por lo que quienes dejaron los pesos en el banco perdieron contra todas las variables. Pero en febrero, con un dólar paralelo en caída, los ahorristas de plazo fijo tuvieron una inédita ganancia mensual de 27% en dólares, que luego se achicó a 10% en marzo. Con el siguiente recorte de tasas, ya en abril la ganancia se achicó a un 3,5% en dólares.
Lo notable fue que, aun con esa disminución de la rentabilidad en dólares, el volumen de dinero depositado en los plazos fijos no sólo no disminuyó sino que empezó a subir, quebrando una racha de siete meses consecutivos de caída.
Hablando en números, el volumen de pesos depositados en plazo fijo subió en marzo un 5,6% real contra febrero, aun cuando se había producido un recorte de tasas, que bajaron de un nivel de 9% a un nuevo escalón de 6%. Y los últimos indicios apuntan a que esa tendencia se mantuvo en abril.
Aprovechando la entrada de sojadólares
¿Qué significa esto, en términos de política económica? Que el gobierno está confiado en que la calma del dólar va a continuar, y así lo está transmitiendo. No se explicaría, de otra manera, que se corriera el riesgo de que los ahorristas se escaparan de los bancos ante la constatación de una reducción de su rentabilidad -tanto medida en dólares como contra el IPC-.
Hay debate en el mercado en torno a si ese optimismo cambiario está justificado. En el corto plazo, la reactivación de la exportación agrícola parece confirmar que no habría por qué temer una volatilidad. Con casi 5.000 camiones entrando todos los días a la zona portuaria de Rosario, finalmente el maíz y la soja están saliendo de los silobolsas, lo cual se refleja también en las compras de divisas que hace diariamente el Banco Central.
El hecho de haber traspasado la marca psicológica de los u$s30.000 millones de reservas brutas es otra señal al mercado en ese sentido. Por supuesto que hay voces críticas que advierten que ese festejo será de corto plazo, porque pronto habrá que pagar u$s2.000 millones al FMI, y que además la suba de reservas se logró con la estrategia de seguir soltando en «cuentagotas» los dólares a los importadores.
Pero lo cierto es que los números están acompañando y marcan, para el corto plazo, una continuidad en la tranquilidad cambiaria. Al menos, lo suficiente como para que Toto Caputo y el Banco Central confíen en que se puede seguir bajando la tasa sin que haya temblores.