Difícil imaginar a una quinceañera argentina que no quería estar “ni casada, ni comprometida, ni nada”, y que tardó diez años en caminar –descalza- desde Santiago del Estero hasta Buenos Aires, cuando el colectivo «Ni una menos» ni siquiera estaba en agenda de la ciencia ficción. Hablamos del 1700 y tanto sacrificio tuvo un nombre y una misión: Mama Antula, la única y primera santa argentina, la que se plantó a sus padres y se fue de su casa para que la dejaran decidir sobre su propia vida.
De hecho, no faltan quienes –más papistas que el Papa- la consideran una pionera argentina en la defensa de los derechos humanos.
Lo concreto es que Mama Antula no quería “quedarse para vestir santos”, el destino que la esperaba, si aceptaba la soltería (literalmente las que no pisaban el altar terminaban como costureras en las iglesias). La joven santiagueña sólo quería “charlar un ratito”, pero nada más que con Dios y sin sentirse obligada a ser monja para tener el permiso.
Y como la respuesta fue un “no”, reemplazó el apellido familiar por el de San José y cortó todo cordón con su pasado.
A partir de entonces, la oración y la austeridad fueron su único norte y se dedicó en cuerpo y alma a la causa de San Ignacio de Loyola; puntualmente a promover la práctica de los Ejercicios Espirituales que los jesuitas impartían desde la creación de la Compañía de Jesús.
Aunque lograrlo significaba contar con un espacio cerrado –una “celda- en donde orar en recogimiento y soledad, cuando los jesuitas fueron expulsados de América en 1767, María Antonia no reculó en su propósito.
Por el contrario, pidió al fraile Diego Toro que le permitiera continuar, de pueblo en pueblo, predicando el beneficio de los ejercicios espirituales junto a sus beatas, las jovencitas que la secundaban, a quienes ella misma se encargaría de conseguirles casa y comida.
Eso fue lo que hizo, evangelizando aborígenes y descreídos a su paso por las parroquias de Silípica, Salavina y Soconcho.
No quedan testimonios precisos de la cantidad de almas que unió a su causa, pero se cree que solamente en San Miguel de Tucumán hizo sesenta encuentros de ejercicios espirituales, que no consistían en dos Padre Nuestros y un Ave María, sino en una práctica de introspección que podía prolongarse durante un mes.
Un aura especial la acompañaba. María Antonia atravesó montañas, desiertos y parajes ignotos pero aun con la desventaja de ser mujer, jamás le sucedió algo irremediable.
Cuando en Catamarca se pescó una enfermedad y la desahuciaron, milagrosamente se recuperó.
“Me encomendé al Sagrado Corazón –contó en una de sus cartas a sus amigos jesuitas– y me encontré curada pronto, sin ningún remedio”, dijo. Otras veces se rompió una costilla, se trastabilló o el hueso del pie se salió de lugar “pero fui curada una y otra vez por una mano invisible”, se enorgullecía
Andrajosa, ensimismada, bella, culta y sin zapatos, en poco tiempo se hizo popular entre los nativos, que la rebautizaron con la versión quichua de su nombre, Mama Antula.
Mama Antula, santa argentina
El destino quiso que para lograrlo, se tuviera que poner en marcha. Una larga marcha de casi una década, que la hizo peregrinar por Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, alta, Tucumán y Córdoba hasta tomar rumbo sur hacia Buenos Aires.
El mejor motivo para pensar que Mama Antula vino a su mundo sólo de paso es reconocer que había nacido a 9 kilómetros de la actual Ruta 9, en Villa Silípica, el 11 de febrero de 1730. Vivir al borde de la ruta era en sí una invitación a la partida. Sin embargo, sus pasos dejaron marcas.
María Antonia de San José, conocida popularmente como Mama Antula, fue canonizada el domingo 11 de febrero de 2024, en una solemne misa que el Papa Francisco llevó a cabo en la Basílica de San Pedro, sin ocultar del todo su orgullo industria nacional.
El gran amor de Mama Antula
“En 1750, en este lugar sobre Plaza Lorea, en las calles Paraná y Rivadavia, no había absolutamente nada en Buenos Aires, pero fue el lugar donde decidió quedarse, luego de una década de travesía guiándose sólo por la huella del Camino Real, la única manera de llegar hasta acá, huella que luego fue el trazo de la actual calle Rivadavia”, pormenoriza la guía turística de la empresa de excursiones Civitatis, que sumó el flamante programa Tras los pasos de Mama Antula a su cartelera de propuestas, que suma la friolera de 89.000 actividades en 3.800 destinos de 160 países, incluidas por supuesto varias en Argentina.
“Y luego de un descanso breve siguió hasta La Basílica Nuestra Señora de la Piedad. Quería llegar hasta allí porque le habían dicho que en esta iglesia, una de las Basílicas Menores del mundo católico, había una imagen de la Virgen Dolorosa, que ella veneraba, y le dijeron que la reconocería por una cruz de hierro que estaba en el ingreso, sobre el barro. Es esta cruz que se exhibe ahora en el interior de la Piedad”, señala Silvia Consoni, para quien la vida de Mama Antula no parece tener secretos.
Guía Universitaria en Turismo, Silvia, dedicó diez años a reconstruir los pasos de la santa santiagueña, con la ayuda de una religiosa de la Congregación del Divino Salvador, en el colegio San Cayetano de Liniers.
La Basílica Nuestra Señora de la Piedad, sobre la actual Bartolomé Mitre, fue el primer sitio porteño que abrió las puertas a la peregrina y le dio un espacio para que ella pusiera en práctica los Ejercicios Espirituales.
En señal de gratitud por esa primera mano que le tendieron los porteños, Mama Antula pidió en vida que cuando muriera, quería que sus restos mortales descansaran en este templo mientras su alma transitaba por la vida eterna. Sólo puso una única condición: que nunca se conociera la posición exacta de su tumba y que su réquiem fuera sin pompa.
Lo primero se lo concedieron durante un tiempo, pero lo segundo se respetó a rajatabla. Murió en Buenos Aires, el, 7 de marzo de 1799. Apoyaron su cabeza sobre un leño de ñandubay, cubrieron su cuerpo con una túnica jesuita a estrenar y su réquiem fue tan austero como lo soñó, sin cajón, y sólo rodeada por las beatas que la habían acompañado en su campaña para reivindicar el poder de la oración.
Mama Antula, la mujer que desafió a la Iglesia y «practicó las virtudes cristianas en grado heroico»
Respecto a su segunda última voluntad…. en el año 1867, fue necesario levantar el camposanto en la Basílica de la Piedad, y las beatas solicitaron que se identificaran los restos de Mama Antula. Mientras los excavadores buscaban esa aguja en un pajar de despojos centenarios, se apareció una niña envuelta en un aura que les señaló un lugar. Luego, la joven se desvaneció.
Se los colocó primorosamnete en una urna de guindo y los visitantes tienen aquí un sitio de adoración, de lunes a viernes de 9.30 a 20 hs; sábados de 15 a 20 hs y domingos, de 8 a 13:30 -17:30 a 20 hs.
Sobre ellos una escultura de mármol muestra a Mama Antula descalza, con túnica y un libro de oraciones en su mano. Pero… ¿por qué lleva túnica, si no era monja? Pregúntenle a Silvia, ella lo sabe.
Mama Antula en Buenos Aires
El tour de Mama Antula por Buenos Aires es una caminata de 25 cuadras, con 8 paradas y varios puntos de interés, entre momentos de descanso:
-la Iglesia de San Miguel Arcángel, frente al Palacio San Miguel, en el barrio San Nicolás. Fue el primer lugar que le cedió un espacio a Mama Antula para impartir los ejercicios espirituales.
-La Catedral Metropolitana, en donde hay una hermosa escultura de Mama Antula, siempre descalza, con el libro de ejercicios en su mano pero vistiendo túnica negra.
-El Cabildo, adonde concurrió varias veces para que le autorizaran poner en práctica los ejercicios espirituales. En su batalla para que la práctica tuviera una sede propia sin tener siempre que vivir de prestado, Mama Antula tuvo incluso audiencias con el Virrey del Pino.
-La Iglesia San Ignacio de Loyola, en la Manzana de las Luces. Mama Antula fue la primera literata del Río de la Plata. Aun cuando la orden de Loyola hubiera desaparecido de América, ella siguió en contacto epistolar con varios jesuitas. Su primera carta está fechada en Córdboa en 1778 y la última, en Colonia del Sacramento, 1793. Se publicaron.
-El Palacio Otto Wulff (Av. Belgrano 609), el edificio imponente que preside el encuentro de la Av. Belgrano con la calle Perú, ocupa el solar donde residía del virrey del Pino, desde donde se arrojó agua hirviendo en las Invasiones Inglesas de 1807, y donde Rafaela de Vera Mujica y López Pintado, escribió un testamento donde ordenaba que, a su muerte, donaran parte de lo obtenido por la venta de la vivienda a las beatas de Mama Antula, con quienes ella hacía ejercicios espirituales.
La viuda del virrey, que también era la suegra del Bernardino Rivadavia, murió en 1816.
-La Parroquia Nuestra Señora de Montserrat. En Av. Belgrano 1151, fue el segundo lugar que le prestaron para impartir los ejercicios espirituales.
-La Santa Casa de Ejercicios Espirituales de las Hijas del Divino Salvador, en la esquina de las actuales Independencia y Salta, fue el mayor anhelo de Mama Antula, que la Santa llegó a ver y habitar en vida: la residencia propia para que los católicos que querían rezar pudieran encontrar entre estos muros de un metro de espesor y el aire fresco que regalaban ocho patios, el espacio silencioso y de recogimiento que necesitaban para reconciliarse con Dios.
Los milagros que llevaron a Mamá Antula a convertirse en la primera mujer argentina reconocida como santa
El primer terreno fue cedido por Antonio Alberdi y Agustín Martín, quienes el 26 de noviemmbre de 1788 donaron “un lote de 70 varas de frente por 55 de fondo para la construcción de una Casa de Ejercicios y Beaterio”. Como la solidaridad es contagiosa, días después otro vecino los imitó, sumando un terreno adyacente. Así con sucesivas donaciones, incluso de muebles, pórticos y materiales, en 1794, cinco años antes de su fallecimiento, Mama Antula, logró inaugurar, en el barrio de Constitución, la tan soñada morada de rezos, en una zona que por entonces era un pajonal inundable, separado del centro por varios zanjones.
Hoy, esta Casa es Monumento Histórico Nacional y funciona como Museo Sacro. Aquí, en la celda 8, falleció la primera santa argentina y también se conservan varias reliquias, las pocas pertenencias que dejó en este valle de lágrimas.
Precisamente, la Casa religiosa no solo se destinó a las plegarias sino también albergó a desvalidos, pobres, madres solteras caídas en desgracia cuando no a débiles jovencitas de alta alcurnia que se habían dejado tentar por malos pensamientos. Por caso, Mariquita Sánchez de Thompson, cuyo padre la había internado junto a las beatas para que reflexionara sobre su conducta. La familia quería casarla con un hombre que la triplicaba en edad, pero ella estaba enamorada de su primo, Martín Thompson, que se hacía pasar por aguatero de las beatas, para entrar a la casa de ejercicios espirituales y visitarla a escondidas.
El primer domingo de cada mes, la Casa de las Hijas del Divino Salvador puede visitarse, a las 16 hs. Sigue en funcionamiento y es un edén silencioso en medio del mundanal ruido.
El Manuelito de Mama Antula
Mama Antula fue la Fundadora de la Sociedad Hijas del Divino Salvador, una agrupación que nació como comunidad pero tiempo después -a pedido del Obispado- cambió su status al de Congregación. Mama Antula siempre pidió que las beatas respondieran al mando de una mujer. Y su palabra se respetó. Hoy, la orden está presente en 9 países.
Mama Antula trajo a la Argentina la devoción por San Cayetano; decía que al rezarle se lograban grandes cosas, incluso donaciones. Y nadie mejor que ella para asegurarlo: entre las mujeres ricas que se unían a los ejercicios espirituales se encontraba María Mercedes Córdova, propietaria de miles de hectáreas en la provincia de Buenos Aires, que se extendían hasta Liniers.
Allí precisamente, en esa zona rural, las beatas hicieron construir la Iglesia de San Cayetano, “el santo del pan y del trabajo”, para que los granjeros le rezaran pidiéndole buenas lluvias para sus cosechas. Para eso se le ponían –y aún se le ponen- espigas a su imagen.
Dos periodistas que buscan que Argentina tenga su primera santa fueron distinguidas
Entre otros, los Institutos Cardenal Copello y María Auxiliadora pertenecen a la Congregación de las herederas de Mama Antula.
Como se ve, una mujer que convirtió a la oración en su mejor herramienta de lucha. “En el buen Jesús deposito mis pasos”, solía decir. O “La providencia del Señor allanará los caminos que en un primer momento parecen intransitables”, repetía.
Quien fue El Manuelito
Mama Antula era inseparable de “El Manuelito”, el único hombre de su vida. Ella lo llamaba “Mi Manuelito, el que todo lo puede”.
“¿Llegamos al secreto mejor guardado de María Antonia?”, los turistas del tour de Civitatis nos miramos inmediatamente.
No, en absoluto, Mama Antula fue una santa de los pies a la cabeza. Sí, es cierto, el único amor de su vida fue Emmanuel, pero es como el ángel anunció a Jesús, y significa “Dios con nosotros”. Cuando alguien le pedía ayuda, le decía: “rezale a El Manuelito”.
Siempre llevaba sobre su pecho una pequeña crucecita de un niño abrazado a un crucifijo. Ese era su Manuelito.
El Manuelito original, que la acompañó durante toda su existencia, se exhibe en la Casa de Ejercicios Espirituales, en la calle Independencia, a metros de la estación de subte Santa Mama Antula (Línea E), que transitan cada día cientos de jóvenes que estudian en la UADE, absortos en otro peregrinaje argentino, el de labrar su futuro.
El relato en primera persona del hombre que recibió el milagro de Mama Antula
Silvia Consoni se despide de nosotros, vísperas de Semana Santa, nos regala una estampita y una oración con la imagen de la primera canonizada argentina:
“Dios omnipresente y misericordioso, que en Santa María Antonia de San José, incansable peregrina de los Ejercicios Espirituales, diste a tu iglesia un modelo de entrega para anunciar el Evangelio, concédenos, por su intercesión, meditar constantemente el misterio de tu Hijo, para salir al encuentro de los pobres y desamparados”, leemos y fue como rezar en silencio, como le hubiera gustado a la santiagueña.
Nunca se sabe por dónde nos llevará el camino de la fe… Los turistas que participamos del tour dimos 6646 pasos y quedamos exhaustos; Mama Antula recorrió el país a pie, de norte a sur durante diez años, y sin borceguíes dio millones de pasos.
«Los caminos de la fe, así tiene que llamarse este homenaje”, se dijeron otro santiagueño, Leo Dan, y el artista Manuel Wirtz, poco antes de febrero de este año a punto de presentar en sociedad, nada menos que en la Filmoteca del Vaticano, el tema que compusieron para Mama Antula, la “madre espiritual de la tierra mía”.
De este modo, la mujer que fue ejemplo de convicción y coraje, que resignó su pasado acomodado por la escasez del presente y la incertidumbre del futuro, ya tiene su merecido primer himno laico, y le hubiera encantado: en ritmo de chacarera, sin la pompa del clavecín del barroco del 1700, con batería, bombo, teclados y guitarras criollas del siglo XXI. Nunca se sabe hacia dónde nos conducen los caminos de la fe, y Mama Antula lo sabía mejor que nadie.
MM.