Susana Ballesteros (42) es una voz familiar. Seguramente la mayoría de los más de 15 millones de conductores que circulan por las calles de nuestro país hablaron, intercambiaron opiniones, discutieron con ella y hasta la silenciaron sin conocerla. Algunos hasta le pusieron otro nombre.
Ella está más allá del mal y cerca del bien: es la versión de carne y hueso de aquella voz que viaja en cada tablero o celular. Orgullosamente asumida como “la gallega del GPS” aunque nació en Madrid, es desde hace una década la guía fundamental –y por momentos espiritual- para moverse en el caótico tránsito y llegar a destino en la Argentina y el resto de Latinoamérica. Pero es mucho más: locutora, periodista y actriz de doblaje está en nuestro país para cantar, una de sus grandes pasiones.
Por primera vez, la artista vino a dar dos shows para mostrar canciones que llevan su sello en letra y música. Las quiere compartir especialmente con las y los argentinos. Nada es casual. Su marido, el locutor, periodista, escritor y papá de sus dos niñas Gerardo Prat, es argentino, al igual que su productor y su terapeuta.
“Siento que este país es también el mío. Es como estar en casa», comparte tras el show que acaba de dar en La Plata. Le sigue otro el próximo miércoles en el teatro Margarita Xirgu Espacio UNTREF en CABA. “Estoy cumpliendo un sueño al cantar aquí. Estos conciertos no son como otros conciertos. Me tocan muy profundamente. Tienen un plus de sensaciones”, admite.
Vencer el miedo
Su voz es poderosamente dulce y por momentos aflamencada. Debajo del escenario, sobrevuelan a la par el tono “argento” y el de “la gallega” calma del tránsito.
Mientras que en el mundo del tráfico las demandas a lo que define como “su alter ego” son urgentes, en su planeta artístico nunca nadie la apuró. Ballesteros describe que todo fue paso a paso.
Hija de una psicóloga y de un chofer de micros, cuenta que la buena música era una integrante más en su casa de Móstoles, Madrid. Recuerda que se crió con las canciones de Joan Báez, James Taylor, Kenny Rogers, Simon and Garfunkel y Bárbara Streisand, entre otros. Que su mamá quiso llamarla ‘Susana’ por el tema “Suzanne” de Leonard Cohen. También, que a los 5 años escuchó su propia voz en preescolar y “alucinó». Ya a los 8, y mudada a Villaviciosa de Odon, cantaba en coros y estudiaba violín. Su vínculo con las melodías nunca se cortó pero, a medida que fue creciendo, bajó la guardia. Le parecía demasiado definirse como cantante.
“Venía grabando algunos covers para youtube. Siempre quise hacer las cosas perfectas. Idealizaba mucho la profesión. Después de un gran proceso personal, me di permiso para hacer lo que quería y me decidí a probar. Fue en 2021, en pandemia y con el empujón de mi terapeuta. Un día me dijo: ‘Si te gusta cantar, cantá’ y arranqué”, recuerda Ballesteros aquel momento cumbre en el que perdió el miedo, cruzó la barrera de la inseguridad y se animó.
Desde entonces, cantar se volvió “un momento mágico y sagrado”. En sus canciones “Maravillosamente Rara”, “Ya me cuido yo”, “Déjame”, “Es mucho pedir”, “Respirar” e “Imaginar”, mezcla pop y folk. Las letras tienen mucho de terapéutico, al igual que la voz del GPS.
Susana Ballesteros, locutora, periodista, cantante y la voz del GPS.“El mundo de la canción es lo que yo más soy. Son mis letras, mi música, mi forma de cantarlas. Es lo más personal que tengo. Ojalá que la gente se emocione con mis canciones. Que se vaya llena, inspirada, se sienta acompañada”, desea. “Me encantaría que estos conciertos sean los primeros de muchos en la Argentina. También me gustaría cantar en México, Chile, Perú, Uruguay…”, anhela la artista española, residente de Los Ángeles, EE.UU. y con el corazón latiendo en celeste y blanco.
“La gallega del GPS”
“Gira a la derecha”, “Gira a la izquierda” y así al infinito. Desde 2014, la voz de Susana es un poco patrimonio sonoro nacional y latinoamericano. Está en todos los autos cuando se activa el GPS. Fue elegida después de un riguroso casting. Grabó durante meses frases enteras, fonemas que un algoritmo se encargó de ordenar y transformar en una guía auditiva que llega diariamente a millones y millones de personas.
“Todavía me sorprende escucharme en los coches aunque fui acostumbrándome. Es como encontrar una foto tuya en un lugar extraño. Es desconcertante y bonito a la vez”, describe Ballesteros su rol como “brújula humana”. “Llegué a lugares del mundo en los que nunca estuve. Me interesa mucho saber cómo se siente quien me escucha. Me gusta saber que mi voz transmite serenidad en las carreteras, donde generalmente domina el estrés”, agrega.
Como la música, su conexión con el tránsito tiene una raíz familiar. Descubrió que sus abuelos y tíos estuvieron ligados con los autos, las calles y las rutas. También, lo estuvo su padre: “De pequeña lo veía con el ómnibus haciendo viajes de larga distancia. Ahora soy yo la que acompaño a los conductores en el camino”, relaciona.
Disfrutar el presente
Su camino la trajo otra vez con su familia a la Argentina donde vuelven todos los años a reencontrarse con familiares y amigos. “A mis hijas les encanta poder bajar del departamento y tener a mano un supermercado, un lugar para comprar el pan o tomar una chocolatada. Son cosas simples que quizá como adultos no nos damos cuenta. Eso en Los Ángeles no pasa”, valora Ballesteros. Al bajar del avión, ella misma potenció las bondades locales en un posteo en sus redes: “Como ya es tradición, voy a hincharme de alfajores, facturas y helado del bueno los primeros 10 días… o 15… o 18… o va, todo el viaje”, enfatiza en su Instagram.
Cantante en ascenso, voz del GPS en versión latina y de audiolibros, aplicaciones, videojuegos, comerciales y doblajes, Ballesteros disfruta el presente. Ya no se siente “la chica rara” que tenía que adaptarse a los demás para ser alguien. Construyó su propia identidad. Su autoestima ganó.
“Preparando los shows sentí el disfrute de llegar hasta aquí. Estoy en un momento precioso. Me gustaría seguir dedicándome a combinar la locución con la música. Especialmente, componer temas que inspiren y, a su vez, disfrutar sin normalizar lo bonito de esta profesión. Lo que mejor hago es expresar emociones con la voz”, subraya.
La niña despistada que a los 8 años tuvo que armarse un mapa para llegar a una clase de violín hoy sabe quién es y hacia dónde va. Tiene un rumbo. No gira a la derecha, ni a la izquierda. Tampoco retrocede. Guiada por la música, avanza. Llegó a su destino.